Secretos de un animal amenazado
¿Hibernación humana? El secreto está en los genes de este lémur
Michele Catanzaro
Periodista
MICHELE CATANZARO / BARCELONA
Desde un médico que cayó en un río helado hasta un inmigrante que viajó en la bodega de un avión, se conocen diversos casos de personas que han pasado por supuestos procesos de letargo. Si los humanos aprendieran a hibernar, no faltarían los beneficios: el letargo ayudaría a sobrevivir a heridos desangrados, a preservar órganos donados o incluso a quemar grasas en personas obesas.
Un primate bajo amenaza de extinción en Madagascar parece guardar la clave de la hibernación humana. El lémur enano de cola gruesa ('Cheirogaleus medius') es el animal más cercano evolutivamente a los humanos que pasa por un proceso de letargo. Esta y otras dos especies de lémures son los únicos primates que exhiben este comportamiento.
Aunque el letargo del lémur se descubrió hace una década, fue a principios de agosto cuando un equipo del Duke Lemur Center, en EEUU, y del Institut Hospital del Mar d’Investigacions Mèdiques (IMIM) de Barcelona publicó el primer estudio de los genes implicados en este comportamiento.
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El Lémur
El lémur enano de cola gruesa es una especie amenazada que vive exclusivamente en Madagascar. De la talla de una ardilla, puede llegar a doblar su peso al acumular grasa en la cola.
El Letargo
Durante el letargo, que dura medio año, su temperatura baja hasta 5 grados, su corazón late entre 2 y 5 veces por minuto, y respira cada cuarto de hora. “Nuestro estudio muestra que es importante conservar la fauna amenazada porque puede revelar importantes datos científicos”, comenta Villanueva Cañas.
90 GENES
El catálogo de 90 genes y los circuitos genéticos relacionados presentan impresionantes parecidos con animales hibernantes muy distintos: desde las ardillas árticas hasta los murciélagos. Además, esos circuitos moleculares también están presentes en humanos. “¿Qué determina que un animal empiece a hibernar y otro no? El interruptor del proceso aún se desconoce”, comenta José Luís Villanueva Cañas, coautor del trabajo, ahora en el Institut de Biologia Evolutiva de Barcelona.
“Nuestro estudio muestra que es importante conservar la fauna amenazada porque puede revelar importantes datos científicos”, comenta Villanueva Cañas.
En el 2012 y el 2013, la coautora Sheena Faherty extrajo muestras de grasa de la cola de cuatro lémures que viven en cautividad en el Duke Lemur Center. Durante la hibernación, los lémures sobreviven gracias a esa grasa. El equipo de Barcelona identificó 90 genes que durante el proceso cambian su expresión, por medio de un sistema bioinformático innovador, llamado RNAseq.
“Aunque el lémur es tan distinto de las especies estudiadas hasta ahora, usa sin embargo genes muy parecidos a las otras para hibernar”, apunta Faherty. “También hemos encontrado los circuitos que hacen que el lémur pase de consumir azúcar a consumir grasa, su principal fuente de energía durante el letargo”, explica.
“El aspecto más importante del trabajo es que el lémur es un primate, el mismo orden en el cual estamos nosotros. Es la primera vez que se estudian sus genes”, comenta Matthew Andrews, experto en hibernación de la Universidad de Minnesota, no implicado en el trabajo.
La existencia de mecanismos tan parecidos entre animales muy diversos refuerza la hipótesis de que el ancestro común de los mamíferos fuera hibernante, una capacidad que algunos animales, entre ellos los humanos, perdieron en la evolución. Y debilita la idea de que la hibernación haya aparecido independientemente en animales tan distintos como osos y murciélagos.
APLICACIONES
“Las aplicaciones en humanos son serias”, sentencia Andrews, quien ha trabajado desde el 2010 en una terapia contra las hemorragias basada en la hibernación. Usar el letargo para transportar astronautas a Marte entra en el dominio de la ciencia ficción, pero los científicos esperan copiar sus mecanismos para mejorar la conservación de órganos para el transplante, la salud de pacientes inmovilizados y las consecuencias de isquemias o infartos. Todas estas situaciones comparten rasgos con la hibernación, pero de ellas no se sale como un lémur que se despereza, de momento.
“Los lémures en letargo no comen durante medio año y pasan a quemar las grasas de la cola para sobrevivir. Este mecanismo podría servir para abordar la obesidad o la diabetes de tipo 2”, apunta Faherty. A la espera de que estas promesas se concreten, Faherty y Villanueva, junto con sus colaboradores, están preparando un segundo estudio, esta vez basado en lémures salvajes de Madagascar, cuya hibernación es más profunda que la de los cautivos.
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