Ciclismo

Un Roglic gigante sentencia a Thomas y gana el Giro

Roglic recupera unos segundos a Thomas.

Un Giro se convierte en un drama.

Roglic Eslovenia

Roglic Eslovenia / JUMBO VISMA

Sergi López-Egea

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Ha habido que esperar demasiado en este Giro para ver un día de enorme ciclismo, una jornada para recordar y hacer justicia a un ciclista gigante llamado Primoz Roglic, golpeado siempre por la mala suerte; por caídas, por averías y por una circunstancia que muy pocos corredores habrían superado. Es muy duro perder un Tour que tienes ganado, 2020, a una etapa de París.

Roglic llegará este domingo vestido de rosa a las calles de Roma después de sentenciar en la contrarreloj final un Giro tan aburrido como fantástica ha sido la cronoescalada final en la que ha sacado 40 segundos a Geraint Thomas para noquearlo y quitarle el liderato por apenas 14 segundos, pero suficientes para añadir la ronda italiana a un palmarés alegrado hasta ahora por los tres triunfos que atesora en la Vuelta.

Nunca se sabrá qué habría pasado si el covid no tumba a Remco Evenepoel y también qué habría sucedido si Roglic no se cae la semana pasada y tiene que pedalear hasta los Dolomitas aquejado por los golpes del accidente. Thomas corrió como sabe hacer. Es un ciclista a la defensiva, como lo era Cadel Evans. Ambos ganaron un Tour, evidentemente, pero nunca tuvieron en sus victorias a un corredor tan cabezota como Roglic, a pesar de que apenas atacase en este Giro, seguramente debido a las secuelas de su caída y a un recorrido diseñado con una venda en los ojos.

Amparado en el gravel

Y si no atacó es porque sabía que tenía que darlo todo en una cronoescalada final salvaje, inhumana, con tramos de hormigón por la que decidió subir con un grupo (plato y piñón) creado para las bicis de gravel mientras Thomas escogía una tradicional, ligera, con la que las figuras suelen afrontar las jornadas de alta montaña.

Fue el Roglic al que de nuevo casi lo sepulta su tradicional mala suerte. Cuando Thomas empezaba a ceder, cuando se sabía que una victoria o derrota estaba en segundos, se le salió la cadena. Ver para creer. Pero aun así ganará este domingo el Giro.

Las desgracias previas

Por una vez noqueó al gafe que lo persigue, el que lo tumbó el año pasado cuando luchaba por la victoria en la Vuelta con Evenepoel, o el que le dio un figurado martillazo en la cabeza cuando empezó a entregar la ronda italiana de 2019 a Richard Carapaz tras darse un porrazo a mitad de recorrido. Y esa lista de desgracias se amplía todavía más si se recuerdan percances en carreras de una semana, contratiempos que le han impedido gozar de un palmarés todavía mayor.

Sin embargo, por una vez y animado por centenares de eslovenos con la frontera a apenas cinco kilómetros del escenario de la cronoescalada, superó los obstáculos y hasta una avería que casi le permite a Thomas salvar la primera plaza de la general.

La oportunidad perdida en el Tour

Roglic seguramente nunca ganará el Tour porque perdió la oportunidad ante su paisano Tadej Pogacar hace tres años, porque la calamidad lo ha condenado con abandonos por culpa de accidentes en 2021 y 2022 y porque el Jumbo, su equipo, apuesta claramente por Jonas Vingegaard.

Pero desde este sábado ya tiene un Giro en su poder gracias a una contrarreloj soberbia, admirable y maravillosa, una exhibición que ha valido aguantar tres semanas plomizas, aburridas, de siesta crónica con etapas donde no pasaba nada. Porque cuando dentro de unos años se hable de la edición 2023 de la ronda italiana no se citarán los días tediosos, sino la brillante actuación de Roglic en un día de ciclismo mayúsculo antes del paseo de honor de este domingo por el alma de Roma.

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