El Tourmalet

El Tourmalet: la Vuelta y el cambio climático

En lo que se lleva de temporada y en cuanto a grandes rondas solo ha llovido en la contrarreloj inaugural del Tour y en la etapa cántabra de la Vuelta

En el Giro no cayó ni una gota de agua en competición

Vuelta Cabo de Gata

Vuelta Cabo de Gata / LA VUELTA / CHARLY LÓPEZ

Sergi López-Egea

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En las carreras ciclistas existen dos tipos de etapas, las de línea, que rara vez superan los 200 kilómetros de recorrido; en esta Vuelta, ninguna, y las contrarrelojes, que se disputan en equipo, como sucedió en Utrecht, o de forma individual, como pasó en Alicante. Las denominadas cronoescaladas; es decir, un ciclista subiendo un puerto de montaña en solitario, también están en desuso y parecen haber pasado a la historia.

Sirva este preámbulo para contar que en lo que llevamos de temporada, finalizados el Giro y el Tour y con el ecuador de la carrera superado en la Vuelta, solo ha llovido en dos etapas; fugazmente, pues afectó solo a unos cuantos corredores, en la contrarreloj inaugural disputada en Copenhague, en el Tour, y la semana pasada camino del Pico Jano, en Cantabria. En el Giro solo fue necesario abrir los paraguas en la jornada de descanso de Sicilia, aunque no afectó a los corredores.

Llueve menos

Por la razón que sea, se atribuya o no al cambio climático, que de estas cosas no entiende este cronista, lo cierto, lo verdadero y lo innegable es que cada vez llueve menos en el seno del pelotón, mientras Giro y Tour se han corrido bajo temperaturas tórridas en muchas etapas. La última semana de la ronda francesa fue insufrible en cuanto al calor.

En la Vuelta no es ninguna novedad que cuando la prueba afronta etapas por Andalucía, a finales de agosto o con el mes de septiembre recién estrenado, como ahora, el termómetro aprieta sin piedad y la situación, evidentemente, no se puede atribuir al cambio climático. Pero que se atraviese toda Francia, durante el Tour, sin que caiga una sola gota, o que ni siquiera haya la alarma de la nieve en los tradicionales sustos que la organización del Giro se lleva cuando la prueba se acerca a los Dolomitas, ya es un tema que, al contrario del andaluz, entra dentro de la anormalidad.

Los chubasqueros de los ciclistas permanecen perfectamente envueltos en sus fundas dentro de los autobuses de los equipos y los espectadores solo han tenido que sufrir las inclemencias del tiempo en Cantabria, por la lluvia, y en la primera jornada asturiana a causa de la niebla con la consiguiente bajada de temperaturas.

Seguimos sin insectos

Po si fuera poco, y esta es otra evidencia al menos preocupante, seguimos sin insectos que fallecen al contacto del cristal delantero del coche. Ya se dedicó un capítulo a este tema en el Tourmalet. Y ahora, aunque en el primer viaje por carreteras andaluzas ya se ha visto algún impacto, la situación está lejos de lo que ocurría años precedentes, pues seguimos sin bichos muertos después de haber cruzado en coche por Navarra, la Rioja, País Vasco, Cantabria, Asturias, Castilla-León, Madrid, Castilla-La Mancha, la provincia de Alicante y ahora ya en Andalucía. Solo los ‘restos’ de cuatro insectos que ni siquiera quitan la visibilidad.

Las carreras ciclistas también están intentando ‘humanizar’ el choque climático. Buena parte de la flota automovilística de Skoda, la firma de vehículos que nutre la caravana del Tour y de la Vuelta, ya son vehículos que pueden funcionar de forma eléctrica. En la ronda española una red de carga se mueve entre las etapas y los corredores, por cuestiones ecológicas, tienen prohibido arrojar en la carretera, salvo en los lugares indicados por la organización como basurero ambulante, los restos de envoltorios o comidas que antes lanzaban sin piedad y de forma un poco gamberra en cualquier lugar de la travesía en bici.

Los bidones son otra cosa. Hace unas temporadas los ciclistas empezaron a ser multados por tirarlos libremente y hasta hubo alguna expulsión en competición. Ahora se hace la vista gorda, entre otras razones porque siguen siendo una reliquia que acaba siempre en manos de los espectadores. Por cierto, tampoco se recuerda esta temporada a ningún ciclista bajando al coche médico para ser atendido en carrera a consecuencia de la picadura de un insecto. ¿No son preocupantes todas estas situaciones?

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