El Tourmalet

El Tourmalet: con Bahamontes empezó todo

'El Águila de Toledo' cumple 94 años, ya delicado de salud, y con el mérito de haber sido el primer ciclista español que ganó el Tour por allá 1959.

Es el decano de los vencedores en París y reconocido por la organización de la carrera como el mejor escalador de la Grande Boucle de todos los tiempos.

Federico Martín Bahamontes

Federico Martín Bahamontes / ARCHIVO / LE TOUR

Sergi López-Egea

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Con él empezó todo y ahora ha cumplido 94 años. La leyenda ha ido pasando de abuelos a hijos y luego a nietos y se ha engrandecido con el paso de los años pero contaron, quienes lo vieron en acción, que ni antes ni después ha habido un escalador tan grande, tan rápido y tan bueno como Federico Martín Bahamontes.

Hubo un tiempo, por allá 1959, cuando ganó en París, en el que los corredores viajaban al Tour con su maleta de piel y subían la bici al tren. No olvidaban ni el traje ni la corbata. No tenían, como ahora, preparadores físicos, médicos, entrenadores personales. Nadie les lavaba la ropa, ni llevaban cocinero. Dormían en pensiones y no conocían los hoteles de lujo y, por supuesto, no vivían ni en Andorra ni en Mónaco. Corrían con bicis que pesaban el doble de las de ahora, con asfalto más rugoso, con prendas de lana para luchar contra la canícula y con guantes de cuero que valían su peso en oro para proteger las manos de manillares agresivos que ahora se han convertido en todo un amigo.

En estas condiciones, Bahamontes ganó el Tour un 18 de julio de 1959, día especial en tiempos de dictadura. Y es ahora el decano entre los ganadores de la Grande Boucle. Hay que remontarse hasta el triunfo de 1966 para encontrar en la persona de Lucien Aimar al siguiente vencedor de la carrera con vida.

Bahamontes ya hace tiempo que dejó su Toledo natal. De hecho, desde que murió Fermina, su mujer, nunca volvió a ser el mismo. Ahora vive en un pequeño pueblo de Valladolid, Villanueva de San Mancio, cuidado por una de sus dos hijas gemelas. La salud ya no es la que tenía hace unos años cuando se desplazaba con su Mercedes a todas partes, cuando no perdonaba el vermut como aperitivo y cuando tenía la entrada prohibida en los bares de tradición madridista de Toledo el día que había clásico en el Bernabéu o en el Camp Nou.

No hace tantos Tours, en su última visita, Federico voló de Madrid a Toulouse. Fue el día que lo reconocieron como el más grande escalador en la historia de la ronda francesa. Orgulloso subió al podio para entregar los premios después de charlar con los periodistas y recordar, de paso, alguna gesta suya por el Tourmalet o el Aubisque.

Huir del hambre

En los años 50 del siglo pasado los chavales que tenían buenas piernas se hacían ciclistas para huir del hambre. Era difícil encontrar un corredor que hubiese nacido en una gran ciudad. Todos eran de pequeños pueblos, primero Bahamontes y luego Luis Ocaña, cuyo padre se fue al Val d’Aran para trabajar en la construcción del túnel de Vielha, pero no consiguió sacar a sus hijos de la pobreza.

Federico era tan bueno que hasta un día se permitió parar en la cima de un puerto para comer un helado, que pidió a un vendedor ambulante. Lo cierto es que no podía seguir porque había roto una rueda y necesitaba una de nueva. En aquellos años ni había coches neutros para un cambio de inmediato ni llevaban detrás al vehículo de equipo conectado con el ‘pinganillo’ para subsanar en segundos cualquier contratiempo.

Dichosos son los chicos que ahora se encierran en el autobús conectados a internet y que solo salen instantes antes de que llamen a formar junto al arco de salida. En la meta los esperan los masajistas con neveras portátiles. Y hasta saben qué refresco prefiere cada uno de sus corredores para tomar nada más llegar como si fuera la mejor de las cervezas en una terraza con ambiente.

94 años, cumplidos, como siempre, mientras sus herederos, casi sus tataranietos, pedalean en el Tour que lo catapultó como el primer español que llegaba de amarillo a París, mucho antes de que nacieran Perico e Induráin para convertirse para siempre en el ‘Águila de Toledo’.

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