La ronda francesa

Cuando no gana Pogacar lo hace Van Aert en el Tour de la pareja

Cuatro segundos de recompensa extra para el jersey amarillo, con la tercera plaza, en la etapa suiza marcada por la explosiva subida final al Estadio Olímpico de Lausana.

Tour

Tour / Thomas SAMSON / AFP

Sergi López-Egea

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Lausana, a la calle, que llega el Tour. Hay que buscar un hueco entre las vallas que protegen a los corredores en la explosiva subida hacia el estadio olímpico. Abajo, queda el lago Leman, que los ciclistas no divisan ni por asombro. Chilla el pueblo suizo, recibe a los corredores que han cruzado la frontera sin pagar la viñeta, otros no. Hay esprint, tan cierto como que Tadej Pogacar es el líder de la carrera, pero es distinto a otros días porque la cuesta ahoga a los velocistas y los que aspiran a algo ilustre en la general solo tratan de no cortarse para no entregar más segundos que los cuatro que logra el jersey amarillo gracias a la bonificación por la tercera plaza en la etapa.

Lleva todo el día trabajando el Jumbo, el que tiene a tres perlas en su escuadra: al aspirante danés Jonas Vingegaard, al esloveno de mayor edad e incierto rendimiento, Primoz Roglic, y al corredor (casi) perfecto, Wout van Aert. ¿Y qué pasa en Lausana? Pues como si se tratase de un Tour preparado y dispuesto para que dos corredores se conviertan en los protagonistas de la carrera, Van Aert se anota su segunda victoria en la carrera para reivindicarse y exponer algo así como que un día gana él cuando no lo hace Pogacar. De cinco etapas disputadas esta semana, el líder ha vencido dos y la estrella flamenca otras dos, uno en amarillo y el otro en verde. Y los demás a mirarlos.

En Lausana, ciertamente, apostados en las vallas, una, dos y hasta tres filas, donde el peor situado solo escucha el griterío enorme, poco se ve de lo rápidos que suben para salvar una etapa insulsa hasta los cuatro kilómetros finales y marcada por la escapada condenada desde que se formó.

Pogacar no baja nunca de la tercera plaza, como si llevara escondido un botón para poner el reactor en sus piernas. Van Aert va un poco más rezagado pero siempre bien colocado para arrancar en el momento justo y ganar la etapa. Y, en medio, el australiano Michael Matthews, que casi puede considerar como una victoria la segunda plaza conseguida entre estos dos monstruos.

Van Aert coloca la directa y casi parece que a Pogacar se le encalle ese botón reactor que puso a prueba en Longwy y en la Superplanche para imponerse en ambas etapas. Será porque ha tenido un sobresalto. Él y una cuarentena más de corredores. Estalla 'Radio Tour', la emisora que va dando los datos de la carrera, que informa a los directores que van por detrás del pelotón para que se enteren de lo que está ocurriendo. «'¡Chute, chute!'», con un montón de corredores caídos sobre el asfalto. Y, entre estos, nada menos que Pogacar, que se lleva un buen susto, como Nairo Quintana, como tantos otros. Los que se han salvado del incidente respiran tranquilos. No es cuestión de dejarse el Tour por romperse un hueso. Pero es que hay que correr en cada instante con la antena puesta para no llevarse un disgusto y para llegar sano y salvo a Lausana y ser recibido como cuando el César regresaba a Roma con la batalla ganada.