El Tourmalet

El Tourmalet: en el Tour nunca se pone el sol

La ciudad de Copenhague se ha puesto sus mejores galas para recibir a la ronda francesa, que empieza este viernes con una contrarreloj individual.

Canales de Copenhague

Canales de Copenhague / S. L- E.

Sergi López-Egea

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Señoras y señores ya estamos en el Tour. Ha pasado casi un año desde que las bicis recorrieron por última vez los adoquines de los Campos Elíseos de París y todos nos hemos venido a Copenhague, alguno hasta ha tenido la osadía de hacerlo en coche, desde Barcelona, atravesando Francia para que reflotara el gusanillo de la Grande Boucle antes de tiempo.

¿Puedo contar un secreto? Cada señal francesa que indica una salida de la autopista sirve para reforzar la mente y uno se dice a sí mismo “¡anda si aquí estuve con el Tour!”. Lo de recordar qué año y en qué etapa ya es de premio, salvo las ciudades que vieron a Miguel Induráin ganar alguna de sus contrarrelojes, porque eso ya son palabras mayores.

Alemania, en cambio, puedo confesar y confieso que fue un auténtico tormento. No sé si es debido a que la señora Merkel dejó en su etapa como cancillera muchas obras públicas sin hacer, pero todas las autopistas alemanas están patas arriba y lo de que no haya límite de velocidad casi es un cuento de hadas entre conos, máquinas trabajando, todos en un único carril y, ojo porque a la que uno se descuida salta un flash rojo, en plan rayo láser, que anuncia la próxima llegada de una sanción, aunque sea por unos pocos kilómetros por hora de más.

Un país para bicicletas

Dinamarca, ya en plan ciclista, no es tierra de escaladores. Todo es llano, sin montañas, un país fácil de recorrer en bici, lleno de carriles por todas partes y cuya capital, Copenhague, de donde parte el Tour este viernes, es un verdadero paraíso para andar en bici, tanto, tanto que si alguien se pone a contar si hay más bicicletas aquí que en Amsterdam seguramente perderá la cuenta en cualquier de las dos ciudades.

Eso sí, patinetes, lo que se dice patinetes eléctricos no hay ni uno y mucho menos circulando por los carriles bicis. Aquí la gente anda en bicicleta y respeta los semáforos, incluso los ‘runners’, que también los hay. A ninguno de ellos se les ocurrirá cruzar en rojo. Que alguien tome nota.

Copenhague se ha disfrazado de Tour. Las tiendas son casi todas las que uno se puede encontrar en el paseo de Gràcia barcelonés o la famosa calle Serrano de Madrid, tienen los mismos precios, aunque aquí se cuente el dinero en coronas (hay que quitar un cero y añadir poco más de un euro al hacer las cuentas mentales).  

La sirenita de Copenhague.

La sirenita de Copenhague. / S. L- E.

Sin embargo, las han decorado con todo lo que sirva de alusión al Tour. Predomina el color amarillo hasta el punto, eso no pasa ni en Francia en pleno apogeo de julio, de que se ve a mucha gente pasear por la calle con el jersey que lleva siempre el líder de la carrera y que se vende en muchísimos comercios. Alguien totalmente ajeno a este ajetreo hasta pensaría que ha llegado un equipo de fútbol, con zamarras amarillas, y que son sus aficionados los que están llenando las calles.

Todos a la calle

En Copenhague no se pone nunca el sol porque a medianoche aún hay un poco de luz y porque a las 3 de la mañana el resplandor ya se cuela por todas partes. La gente se baña en los canales, pasea y toma sus cervezas en barquitos de alquiler. Y allí también los ves vestidos de amarillo, disfrutando de una especie de Tour acuático, porque hace sol (aunque lloverá en la fase final de la contrarreloj, de ahí que todas las figuras salgan al principio de la etapa) y la gente se lanza a las terrazas, exhibe sus tatuajes, los canales parecen una playa inmensa, desde el centro hasta la Sirenita, el único monumento al que no han colgado ninguna prenda o símbolo vinculado con el Tour.

“Saquen los coches de los parkings”, advierten en el centro de la ciudad porque el recorrido urbano de la contrarreloj, que pasa por todos los emblemas de Copenhague, se mantendrá montado también el sábado para que el pueblo disfrute del placer de recorrer en bici el mismo trazado realizado por los héroes del Tour. Hasta el príncipe Federico, heredero del trono danés, cogerá su bicicleta y será uno más entre los felices copenhagueses que disfrutan del Tour en una ciudad donde nunca se pone el sol.

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