El Tourmalet

Una Vuelta sin mujeres objeto

Ya no hay azafatas y nadie se queja por no recibir un beso y llevarse una marca de carmín por sus victorias, lo que ocurría en el pasado.

Hubo años en los que casi había más chicas desfilando que corredores disputando la carrera.

Podio albacete

Podio albacete / LA VUELTA / CXCLING

Sergi López-Egea

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La mujer ya ha dejado de ser un objeto en las carreras ciclistas. Y la Vuelta no es la excepción. A la campaña que comenzó a concienciar a los aficionados, y que contó con el apoyo de muchos ciclistas en 2017 para dejar claro que no necesitaban besos ni marcas de carmín en los mofletes después de lograr un triunfo, el distanciamiento social, producto de la pandemia, ha ayudado a dejar los podios como siempre debieron estar, con el deportista que alza los brazos, se gana el aplauso de los muchos o pocos espectadores que se sitúan cerca y se olvida de salir fotografiado junto a chicas con minifaldas y tacones desmedidos.

Este año solo sube un miembro de la organización al podio de la Vuelta. Se trata de Óscar Pereiro, ganador del Tour 2006, y simplemente coordina el acto protocolario. El corredor se viste solo, en el interior del furgón del podio, con el ‘maillot’ que le corresponde y cuatro invitados, normalmente políticos y patrocinadores de la zona, se colocan a la izquierda del cajón para aplaudir. Y nada más.

La Vuelta 2017

En 2020, por las medidas todavía más exigente por la pandemia, solo subía el ciclista galardonado. No hubo siquiera la presencia de invitados. “En 2017 --recuerda Pereiro-- se eliminaron los besos a los corredores. Hasta 2000 subían una azafata y un azafato que se colocaban a ambos lados del ciclista premiado”.

Fue el año del cambio y de la conciencia porque hace 20 o 30 años era un escándalo. Hubo Vueltas que casi había más azafatas que corredores. Y si empezó a descender el número hasta mediados de esta década pasada fue más consecuencia de la crisis, de la reducción de gastos que hicieron muchos patrocinadores a la hora de mostrar sus productos, que a una conciencia sobre el papel y la eliminación de la mujer objeto en los eventos deportivos.

Concurso de belleza

Y hubo varias ediciones que hasta se realizaban por la noche, en una discoteca de moda de la ciudad donde había terminado la etapa, un concurso de belleza. Las azafatas debían desfilar sobre una pasarela en vestuario de calle y en el de las marcas que patrocinaban. Un jurado con miembros de la organización y de las firmas colaboradoras elegía a la ganadora que era declarada Miss Vuelta. En una ocasión, una chica fue eliminada porque no se le ocurrió otra cosa que desfilar en ropa interior. Y eso ya era demasiado.

Como nadie puso reparos, a mediados de la última década del siglo pasado, a que una conocida marca de productos de afeitado, instalase un puesto ambulante en las salidas. Allí acudían algunos ciclistas, normalmente extranjeros que se apuntaban más a la carrera para divertirse que para competir, a los que, en ocasiones, se les veía por las discotecas, para que las azafatas de la firma les afeitasen las piernas. La imagen, que ahora no se permitiría, era lamentable. El ciclista con el ‘coulotte’ subido aparecía con las piernas llenas de espuma de afeitar y unas chicas procedían a recortarles el vello, lo que habitualmente realizan los corredores en el baño de sus habitaciones, solitos y sin ayuda de nadie.

Impensable en 2021

En 2021 esta escena sería impensable y con una contrapartida absolutamente negativa para la firma comercial. Los ciclistas siguen ganando, unos con más suerte que otros, algunos ya saben que les tocará subir cada día al podio. Y no pasa nada porque bajen del cajón del éxito sin un beso de propina y una marca de carmín. En sus casas colgarán la foto con su premio y hasta gozan de 30 segundos de gloria, mascarilla abajo, para que se les pueda ver la cara sin el antifaz anticovid.

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