Épica en la ronda francesa

Pogacar fulmina a todos en el Tour

El prodigioso ciclista esloveno se vistió de amarillo en el estreno alpino y firmó una etapa asombrosa que ya ha entrado en la mejor historia de la prueba.

Tadej Pogacar durante la octava etapa de la 108 edición del Tour de France

Tadej Pogacar durante la octava etapa de la 108 edición del Tour de France / THOMAS SAMSON

Sergi López-Egea

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Vio que los Alpes andaban muy revueltos. Observó que todos los rivales resoplaban más de la cuenta. Comprendió que el día frío y lluvioso no se presentaba solo para aguantar e ir a rueda. Hasta se sintió cuando aún era más chaval entrenando por Eslovenia, en uno de tantos días sin sol. Tadej Pogacar apretó el botón del pinganillo y avisó a los compañeros. "¡Voy a intentarlo!", les dijo. Y se marchó. Y decidió batirse en duelo con el Tour para entrar ya de lleno en la historia, con una etapa magistral, antológica. La carrera patas arriba. Sin un rival en el horizonte, sin nadie que le tosa, que lo marque y sabiendo quizá, con 13 etapas aún por disputar, que solo él es su propio enemigo.

"Sentí que era el momento adecuado. Vi que los Ineos no iban finos. Y me fuí". Hizo entrar al pequeño pueblo alpino de Nancy-Cluses en el álbum de oro del Tour. Porque fue allí, a 36 kilómetros de la meta de Le Grand Bornand, donde lanzó su ataque. Solo Richard Carapaz trató de seguirlo. Murió en el intento. Aquellos que no habían sucumbido antes ni se movieron. Pogacar corría en otra liga, en otra carrera, tan rápido, tanto, que subió por los dos puertos que le quedaban por coronar (La Romme y la Colombière) a 21 kilómetros por hora.

"Tomé la decisión durante la etapa porque este tiempo me iba muy bien". Y fue capturando y sobrepasando a ciclistas que parecían ascender parados por los Alpes, mientras él iba en moto. Era imposible ir tan rápido en bicicleta. Y si no ganó la etapa (victoria para el corredor belga Dylan Teuns) fue porque cuando pasó al ataque la fuga ya estaba muy lejos y porque La Colombière, el último puerto, solo tenía siete kilómetros de subida. De lo contrario, no solo se habría vestido de amarillo sino que habría conseguido una segunda victoria en este Tour.

Una carrera destrozada

Ya le dio igual no disputar el esprint por la segunda plaza, que se llevó Ion Izagirre. ¿Para ser segundo en la etapa? Si había revolucionado el Tour, si había hecho un ataque que podían haber firmado Eddy Merckx o Bernard Hinault. Si subió con el plato grande. Si llegó a la meta en manga corta, mojado. Si el resto de personas que se encontraban en el lugar iban con jersey y chubasquero, con caras de frío. Y Pogacar, encima, estaba riendo, sin cambiarse, sin secarse, sobre el rodillo, como si quisiera conservar en su cuerpo la mezcla de agua y sudor como recuerdo de una etapa legendaria.

Pero lo más sorprendente es que Pogacar ya ha destrozado un Tour que solo ha subido por dos puertos de primera categoría, que queda hoy otra jornada alpina, luego una doble ascensión al Ventoux y después todos los Pirineos.

En su exhibición Pogacar sacó 3.20 minutos a los rivales que pelearán por el podio; entre ellos,Enric Mas. Porque si se mira el destrozo más allá de los que aguantaron el tipo, se ponen los pelos de punta:Alaphilippe y Porte (18 minutos), Nibali y Van der Poel (21) y 34 a Thomas y a un Roglic, destrozado físicamente, que fue el antepenúltimo de la etapa. Histórico.Sin más.