El Tourmalet

La historia de las ruedas andorranas de Van der Poel

El equipo del líder del Tour no disponía del material adecuado para que el nieto de Poulidor defendiera el amarillo.

Tras una búsqueda encontraron la salvación en los Pirineos y a una persona que realizara por amor al ciclismo el transporte hasta Rennes.

Van der Poel, contrarreloj

Van der Poel, contrarreloj / LE TOUR

Sergi López-Egea

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Hay favores que no se pagan con dinero. Hay que tener mucho amor por el ciclismo y por los mitos del Tour. El propietario de un hotel próximo a Ax les Thermes, en los Pirineos, a una hora y cuarto en coche de Andorra, recibió una llamada de un antiguo remero neerlandés. Lo conocía de haber pernoctado en el establecimiento durante unas vacaciones cicloturistas. "¿Puedes recoger unas ruedas en Andorra y llevarlas a Rennes?". El viaje a Andorra no era complicado, pero hasta Rennes significaba atravesar toda Francia, 1.700 kilómetros ida y vuelta. Y, además, había que darse prisa porque quien quería las ruedas no era otro que Mathieu van der Poel, el líder del Tour, para utilizarlas en la contrarreloj donde salvó el jersey amarillo.

Cuentan que todo fue por un servicio a la historia del Tour y porque, como medio país, el propietario del hotel quería que el nieto de un mito, de Raymond Poulidor, continuara vestido como nunca pudo hacerlo el abuelo hasta la llegada a los Alpes.

La defensa de la prenda

Van der Poel había declarado que él nunca se había preparado para una contrarreloj, que la mejora aerodinámica o los ensayos en el túnel del viento eran para otros. Pero, ¡caray! quería hacer todo lo que estuviera en su mano, o mejor dicho en sus piernas, para mantenerse al frente de la general.

Y si Van der Poel no había entrenado las contrarrelojes, su equipo, el Alpecin, tampoco disponía del material adecuado para pelear por una ‘crono’ en el Tour. Consiguieron un casco, al que borraron la publicidad, sacaron casi como si fuera de la chistera un manillar de triatleta, pero las ruedas, ¿dónde conseguir ruedas de carbono, ligeras y especialmente preparadas para intentar volar en una contrarreloj?

En el equipo llamaron al hombre clave, otro holandés, Meindert Klem, antiguo remero olímpico y que distribuye las ruedas Princeton, de lo mejor… nada que un juego para un cicloturista supera los 3.000 euros con una producción mínima; paciencia y sin prisas para conseguirlas.

La ayuda del ciclista profesional

Klem no tenía ninguna rueda disponible para entrega inmediata y profesionalmente solo las utiliza el equipo Ineos. Pero se le ocurrió llamar a un amigo, antiguo remero que se convirtió en ciclista profesional, el australiano Cameron Wurf, integrante del Ineos y que como tantos otros profesionales del pedal reside en Andorra. Él tenía un juego, al parecer lo había comprado a través del equipo, pero no podía moverse del pequeño país pirenaico.

Así que Klem se puso en contacto con el hotelero con el que había intimado en las vacaciones. Todo por Poulidor. Ni se quedó a descansar en Rennes. Tras entregar las ruedas regresó a casa. Eso sí, Wurf las cobró: 3.800 euros por salvar la primera plaza del Tour.

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