la ronda española

Roglic demuestra que no anda con bromas en la Vuelta

El corredor esloveno gana la contrarreloj de Ézaro y recupera el jersey rojo que arrebata a Carapaz con 39 segundos de diferencia

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Sergi López-Egea

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Desde el Mirador de Ézaro se ve buena parte de la Costa da Morte, allí donde naufragan barcos como el Prestige. Se ve también a un río que desemboca en una cascada y a un ciclista llamado Primoz Roglic, con una cabeza más dura que las rocas que resisten la furia del Atlántico. Cualquier otro 'nunca máis', como dicen por aquí, habría sido capaz de volver a vencer en una contrarreloj tras el desastre del Tour ante Tadej Pogacar. Y él, en cambio, no solo triunfa en la 'crono' de la Vuelta, no solo se exhibe ante los rivales, sino que da un paso adelante para ganar la carrera.

Roglic es el presente del ciclismo. Es el corredor meticuloso y calculador, el que se concentra al máximo, el que solo se preocupa de sí mismo, el que anima al equipo más potente, y el que este martes sabía que no hacía falta salir como un loco en la contrarreloj de la Vuelta. Era más importante regular que exprimirse al inicio como un limón y que lo importante era llegar a la escalera de Ézaro vivo, entero y sobre todo fresco para azotar al resto de rivales; a un Richard Carapaz que le entregó el jersey rojo; a un Hugh Carthy que está dispuesto a seguir la racha del Tour y del Giro para ser el corredor sorpresa que gana la carrera; a un Dan Martin que subió a Ézaro sin pena ni gloria, y a Enric Mas, quien según sus palabras, hizo "un desastre de contrarreloj". No hay más preguntas, señoría.

No tuvo tiempo ni de mirar las olas, ni los paisajes de ensueño, ni los hórreos, ni siquiera la ropa colgada por los vecinos aprovechando la llegada de un día con sol en pleno otoño. Roglic fue a lo suyo. Y lo suyo no era otra cosa que empezar a ganar la Vuelta, a olvidar el azote del Tour, porque es muy duro perder el jersey amarillo y una carrera que creías tener amarrada a un solo día de París.

La batalla contra sí mismo

Otros no solo se habrían hundido, sino que a lo mejor, hasta hubieran iniciado el declive como corredor. "Aquí, de lo que se trata, es ganar la batalla contra tí mismo, cuando no consigues los objetivos que buscabas. Yo solo puedo tener influencia sobre mí mismo ya que no puedo hacer nada sobre lo que hagan mis rivales". En Francia no pudo hacer nada ante Pogacar. Pero lejos de hundirse, aquí lo tenemos, aquí está, en la Vuelta, peleando cada día no solo por lograr la victoria en Madrid, sino por conseguir etapas. Ya lleva cuatro en una carrera que sigue viva, competitivamente, y contra obstáculos como el estado de alarma, el paso por territorios cerrados, pero venciendo a los análisis. De nuevo, este martes, antes de la exhibición de Roglic, todos las PCR salieron negativas para ver, por fin y en el horizonte, la imagen de la estatua de la Cibeles madrileña.

"Llevaba un tiempo sin ganar una contrarreloj. No solo me he sentido muy fuerte, sino que he notado muy buenas sensaciones. Sé que 39 segundos (los que aventaja a Carapaz) no son una renta extraordinaria, pero prefiero tenerlos a favor que en contra", defendió el líder de una Vuelta que entra en su recta final con el agua hirviendo.

Cuatro días intensos

Y con el agua hirviendo y con toda la emoción, la Vuelta se dispone a vivir cuatro días intensos antes del paseo final por las calles supuestamente vacías de Madrid. Roglic y el Jumbo, su equipo, deberán estar pendientes de las trampas que siempre esconden unas carreteras gallegas donde cuesta encontrar un llano en condiciones, de la larga travesía hasta Puebla de Sanabria y de las cuestas salmantinas camino de Ciudad Rodrigo antes de afrontar la gran subida del sábado a la Covatilla. Allí, cualquier crisis puede conducir a un desastre. Allí 39 segundos no son nada. Y allí sabe Roglic, tras la mala experiencia del Tour, que se puede perder la Vuelta en el último suspiro de la carrera.

Todas las clasificaciones en la página oficial de la Vuelta.