el tourmalet

Todos los colores de la Vuelta

Otoño ha dejado una imagen idílica de carreteras y bosques por donde pasan los ciclistas

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Sergi López-Egea

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El bosque de la Vuelta era como un espacio encantado. Pisabas musgo con las zapatillas y todo estaba un poco húmedo. Faltaba un par de horas para que los corredores invadiesen la carretera camino de la meta. Unos instantes de paseo entre árboles por donde apenas penetraba la luz descubría un paraíso de boletus. La Vuelta, extranamente en esta temporada del año, ha dejado imágenes extraordinarias con todos los colores del otoño. Los ciclistas apenas han podido disfrutarlos porque ellos van a lo suyo, a vigilar la rueda trasera del corredor que llevan delante, a tratar de no distanciarse mucho para aprovechar el rebufo pero, a la vez, a intentar no tocarla, rozarla, para no irse al suelo en lo que ellos denominan 'hacer el afilador' porque el ruido que provoca el contacto entre tubulares es parecido al del cuchillo que se afina mientras saltan chispas.

Los bosques de la Vuelta entran en la escena de la tercera y última semana de carrera por carreteras de Galicia y Castilla la Mancha y, de nuevo, tal como sucedió en Asturias, Cantabria, la Rioja, por territorios perimetralmente cerrados, excepto los gallegos, pero donde se permite el paso de la carrera y su séquito. Y este lunes, de nuevo, en el traslado desde Oviedo a A Coruña, con la lluvia acompañando el viaje, la autovia del Cantábrico se presentaba vacía de coches, excepto los camiones de reparto y, sobre todo, los vehículos acreditados de la ronda española, que se trasladaban de un lugar a otro, excepto aquellos que lo habían hecho la noche anterior, desde Asturias a Galicia.

Estado de alarma

Por la autopista los paneles avisan de que estamos en estado de alarma y que puede haber controles policiales pero, realmente, son innecesarios porque apenas hay coches que se muevan de una localidad a otra, de una comunidad a la vecina, en un lunes en el que, además, es fiesta en media España, en aquellos lugares en los que cuando una festivo como Todos los Santos cae en domingo se traslada al lunes siguiente.

Los ciclistas viven en su propia burbuja, al margen de la sanitaria, y un día de descanso siempre se traduce en la misma rutina, un paseo en bici si no llueve, de lo contrario se apuesta por el 'rodillo' estático, una comida, por fin sentados y sin tener que pedalear ni buscar pastelillos ni pequeños bocadillos en el interior de la bolsa de avituallamiento, una siesta, masaje, la cena y a pensar en la contrarreloj de este martes.

Las pruebas anticovid

La mitad de los equipos, sin embargo, ha tenido que pasar pruebas PCR para descartar un contagio con el dichoso covid. El resto ya lo hizo el domingo. Los resultados se conocerán este martes antes del inicio de la etapa. Y tal como sucedió el lunes pasado han vuelto a tener prohibida la visita de amigos y familiares. Ellos, encerrados en su burbuja, viven en otro mundo y solo se preocupan en descansar, recuperar y asumir lo mejor posible los seis días de competición que quedan hasta la llegada a Madrid, el próximo domingo, siempre viviendo el día a día y pendientes de que las restricciones no los afecten más de la cuenta y puedan pedalear en libertad entre todos los colores de los bosques otoñales por donde pasa la carretera de la Vuelta.

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