Tourmalet

Lunes ciclistas al sol (o a la lluvia)

El primer día de la semana, de aquí al final de la temporada, está señalado como jornada de descanso, o supuesto, para las caravanas de las grandes vueltas

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Sergi López-Egea

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Los lunes ciclistas son lunes al sol, o mejor dicho, al menos en la costa del Adriático, en Italia, a la lluvia y las nubes grises. Es época para que los corredores recuperen un poco, solo un poco, de fuerzas y el resto de la caravana reparta el tiempo entre el supuesto descanso y unos cuantos kilómetros de traslado por carretera. Pero competición, lo que se dice competición, no hay. Ni tampoco visitas de amigos y familiares.

Hasta la aparición del dichoso covid la jornada de descanso era para los ciclistas un día de reencuentro con la familia. Normalmente, la esposa o novia del corredor viajaba desde la residencia familiar hasta el hotel donde se encontraba su pareja, y como los corredores también duermen aparejedos, en habitaciones dobles, incluso ahora con el covid, ellos se lo combinaban para alargar la conversación con un café con leche o un refresco en la cafetería mientras el compañero aprovechaba la intimidad de la habitación.

Los tiempos tenebrosos

Hubo un tiempo ya pasado -cosas de las que uno se entera cuando la época ya es historia- en la que familiares e incluso parejas viajaban a la jornada de descanso con la maleta o el bolso cargado de vitaminas. Era un día también especial para cargar el cuerpo en la oscuridad del túnel que casi destruye este deporte. Ahora, coronavirus al margen, antes de que la pandemia destrozase a tanta gente, estas mala costumbres ya son historia.

La pena para esta nueva generación de ciclistas que rehúye del pasado y mira hacia el futuro con optimismo es que esta familia, esta pareja e incluso los hijos que acompañaban a su madre no los pueden visitar. El covid lo ha destruido todo. Hay corredores que llevan meses sin ver a la familia. Se concentraron después de acabar el Critérium del Dauphiné, a mediados de agosto para entrar antes de tiempo en la burbuja del Tour y evitar cualquier tipo de contagio previo. Disputaron las tres semanas de carrera por Francia y se fueron directamente a Imola para participar en el Mundial. Y desde Imola ya viajaron a Palermo sin pasar por casa. Así que es fácil calcular que algún corredor lleva dos meses viendo a parejas, padres e hijos solo a través de las videollamadas de sus móviles, tabletas u ordenadores portátiles.

La familia, unida

La familia muchas veces viajaba junta. Los padres del ciclista iban a ver al hijo con la pareja y los nietos. Muchos alquilaban o disponían de una autocaravana que situaban luego en los montes para animar. Ya sabían, según las fuerzas o el trabajo asignado, en que pelotón viajaba el chaval, si lo hacía con las figuras o más tranquilo y rezagado detrás, tras el trabajo efectuado en los primeros kilómetros de la etapa. En este caso hasta había tiempo para detenerse y repartir unos cuantos besos. Ahora todo esto está prohibido y la familia, desde casa, sigue la carrera a través de la televisión.

Hasta se dio el caso, hace unos pocos años en el Tour, de que a Peter Sagan le entró un apretón en carrera. Descubrió una autocaravana amiga y vació los intestinos mientras le cuidaban la bici a la puerta del vehículo.

Un lunes de aburrimiento y PCR

Ahora, en un día de descanso como el de este lunes, solo ha habido tiempo para desayunar, salir a entrenar suavemente un par de horas en bici, comer, el masaje y luego, ya por la tarde, el contacto audiovisual con la familia. Y sin olvidar que a buena mañana ha habido que levantar la cabeza y sufrir unos segundos con los palitos que casi parecen agujerear el cerebro con las obligadas pruebas PCR.

Y todos los lunes, hasta que termine la temporada el 8 de noviembre, serán lunes al sol o quizá de lluvia, porque dentro de una semana vuelve a descansar el Giro y los dos lunes siguientes están reservados como reposo de la Vuelta. Y tambien sin familia como ha ocurrido este lunes en la costa adriática italiana.

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