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Demasiado relajados y eso es peligroso

El positivo por covid 19 de Simon Yates cuestiona si los equipos no han bajado la guardia en este Giro tras la firmeza mostrada en el Tour

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Sergi López-Egea

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Relajarse es peligroso porque luego pasa lo que pasa y lo que ocurre es que empiecen a darse positivos por covid-19 como el de Simon Yates. Más allá de los nombres, más allá de si los afectados son ciclistas famosos, más allá de que el virus haya afectado cumpliendo las normativas, los equipos no pueden bajar la guardia y este periodista a lo largo de esta semana siguiendo el Giro por Sicilia y el sur de Italia ha observado cierta relajación con detalles que no se habían producido durante el Tour con el resultado de cero ciclistas infectados y un viaje de Niza a París absolutamente plácido y al margen de la dichosa pandemia.

Un positivo en el pelotón es muy peligroso porque todos conviven sin mantener la famosa distancia social de metro y medio. Van en grupo, respiran el mismo oxígeno, hablan, escupen de vez en cuando y hasta orinan juntos muchísimas veces, sobre todo cuando el pelotón rueda en calma.

Entre el Tour y el Giro

¿Y qué esta ocurriendo? Pues que hasta ahora se han encontrado todos con una Italia bastante calmada en los datos por el covid. Pero estos últimos días están subiendo de forma alarmante aunque, al parecer, la zona más afectada es la de Nápoles por donde no transita el Giro. Estos datos se traducen en una dosis equivocada de tranquilidad y puede provocar que, en ocasiones, se baje la guardia.

¿Qué sucedía en el Tour? Pues que muchos días la carrera transitaba por lugares donde las autoridades francesas habían decretado las denominadas 'zonas rojas' y todos sabían que el riesgo de infección era enorme. Por eso, la llamada burbuja de la ronda francesa no se rompió aunque en los primeros controles aparecieron positivos entre los auxiliares de los equipos Ineos, Mitchelton, AG2R y Cofidis, al margen de la sorpresa que produjo el de Christian Prudhomme, el director de la prueba.

Más pruebas

Este fin de semana y el lunes se saldrá de dudas pues toda la burbuja del Giro, sin excepción, deberá someterse a los tests para descartar la presencia del coronavirus. Si, por desgracia, hubiera un número importante de casos la prueba debería tomar decisiones, tal como anunció este sábado Mauro Vegni, director de la ronda italiana.

Pero hay cosas que no se pueden hacer. No pueden haber aficionados que vayan al hotel de Peter Sagan y se fotografíen con él por mucha buena voluntad que ponga el corredor eslovaco. A las figuras, como Sagan, también les gusta notar el cariño de la gente y llevan meses alejados del calor popular. Pero las distancias deben mantenerse, porque sino llegan positivos como el que ha afectado este sábado a Yates.

La normativa italiana

El Giro, a diferencia de lo que hizo el Tour y hará la Vuelta a partir del próximo fin de semana, no ha exigido una prueba PCR para acreditarse. Bastaba con firmar un documento en el que se admitía que ni se tenían síntomas de la enfermedad, ni se había estado en contacto con ningún infectado. Pero era un papel, no una prueba, y siempre podía haber alguna persona que lo firmase, sin cumplir todos los requisitos, con el fin de no perderse la carrera, tanto por cuestiones laborables (se cobran unos buenos sueldos por tres semanas de trabajo en las grandes carreras) o de afición. 

El Giro toma constantemente la temperatura a las personas que entran y salen de la zona acotada a la carrera y se afirma que si se superan los 37,5 grados, aunque sea por cualquier infección ajena al covid, no se permitirá el acceso por mucha acreditación que se lleve. Pero no es de recibo, tal como observó este periodista hace unos días, que un empleado de la carrera tomase la temperatura a otra persona con el cigarrillo en la boca y la mascarilla bajada mientras fumaba. Estas cosas no se pueden hacer, ni en el Giro, ni en el Tour, ni en la Vuelta, ni en cualquier otra lugar en el que se pretenda luchar contra la pandemia.

El problema de las metas

No hay ningún control de acceso a los seguidores en la zona de meta. Y aunque todo el mundo lleva la mascarilla puesta no se respeta ninguna distancia social, al contrario de lo que sucedía en el Tour. Y eso es peligroso, en este caso no para el Giro, que llega y se va, ni para los corredores, que están detrás de las vallas y alejados del público, pero sí para la ciudad o pueblo que acoge la carrera, porque no sería saludable que hubiese un rebrote posteriormente a causa de no tomarse medidas en las llegadas de la prueba ciclista.

Pero también es cuestionable, tal como este periodista ha observado este sábado, que auxiliares de varios equipos coman juntos el bocadillo en la zona de avituallamiento de la etapa mientras esperan la hora del reparto de comida a los ciclistas. Lógicamente, mientras se muerde el bocadillo, no se lleva la mascarilla, y se habla con los otros miembros de los equipos, como siempre se hacía antes del coronavirus. Sin embargo, ahora, estas escenas se deben evitar.

Es triste, muy triste, pero no se está disputando el Giro en octubre para hacer una gracia, ni la Vuelta en noviembre, ni el Tour en septiembre. Y todos deben ser conscientes de que, por desgracia, el puñetero virus sigue activo y poniéndolo todo, más allá del ciclismo, patas arribas. Y, lo peor, matando todavía a muchas personas.

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