el tourmalet

Los niños ya han llegado

La nueva generación de ciclistas, todos ellos menores de 25 años, han venido para revolucionar este deporte y quedarse como estrellas del pelotón

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Sergi López-Egea

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Las crónicas ciclistas siempre han tenido un colorido romántico muy especial, lo que no ocurre cuando se escribe de otros deportes. Por eso, la imagen retratada por la prensa belga puede que sea tan real como la vida misma, o un episodio de novela que solo sirva para ensalzar todavía más el lado humano de quien ya está escogido como el líder indiscutible de una nueva generación de ciclistas, muchos de ellos casi niños, que han llegado no solo para quedarse subidos sobre una bici sino para revolucionar este deporte.

La prensa belga retrataba a Remco Evenenopoel, en la cama de un hospital, llorando y abrazado a su padre, una imagen que no debería extrañar cuando se habla de un chaval de apenas 20 años, que se acaba de destrozar los huesos, que casi se mata al caer al vacío por un puente de Lombardía, y al que le han comunicado que se despida de la temporada y del sueño de convertirse en la gran referencia y el ciclista a batir en el Giro, que empezará al poco de terminar el Tour en una temporada tan revuelta como extraña por culpa del virus.

A familiarizarse con los nuevos nombres

Los aficionados al ciclismo, y los que sin serlo mucho quieren saber cosas de este deporte, ya deben empezar a familiarizarse con nombres como el citado de Evenepoel, pero también con el de Tadej Pogacar, la auténtica revolución de este Tour, y de otros alumnos selectos en esta nueva generación de ciclistas jóvenes, como Mark Hirschi, que no solo pisan, sino que aplastan a los rivales más veteranos hasta el punto de hacerlos creer que quizá ya son viejos para este deporte.

Lo dijo hace unas semanas Mikel Landa. O mi generación (tiene 30 años) gana este Tour o posiblemente en el futuro ya no habrá tiempo ante la irrupción de estos niños adelantados y convertidos en corredores de postín sin apenas experiencia en carreras profesionales. Evenepoel y Pogacar no han hecho otra cosa que ganar carreras o batirse sin ningún complejo con la flor y nata del pelotón mundial desde que aparecieron por una carrera profesional.

El caso especial de Pogacar

Baste citar el caso de Pogacar. Llegó el año pasado a la Vuelta, sin haber disputado nunca una carrera de tres semanas y con 20 años en su pasaporte. Y, de repente, se le vio tuteando a todos y luchando por la clasificación general. Acabó en tercera posición pero con la sensación de que hasta pudo poner la ronda española patas arriba en la penúltima etapa disputada en la sierra de Gredos.

O el caso de Evenepoel, también el año pasado, cuando debutó en una clásica de primer nivel, en San Sebastián, para atacar a todos y lograr la victoria. Dicen de él que se escapa tanto porque todavía no tiene la suficiente experiencia para ir a rueda en un pelotón y se siente más cómodo yendo por delante. Y ¡hala! todos a pillarlo... si es que pueden.

Otro admirable valor

En este Tour esta causando una gran admiración Marc Hrischi. Se ha desentendido de cualquier responsabilidad en la general, pero luchó hasta el límite de sus fuerzas, con apenas 22 años, para conseguir una victoria; a la tercera, lo logró pero todavía queda un menú de etapas hasta París, y a nadie le extrañaría que cualquier día de estos vuelva a escaparse con la intención de levantar los brazos.

Y hasta si se habla del ausente Evenepoel, o de Pogacar, o de Hrischi, hasta parezca un viejo Egan Bernal, el ganador en París del 2019, que si bien no parece tan fino como el año pasado, ahí está instalado en la tercera plaza de la general y todavía con todo abierto para volver a triunfar en los Campos Elíseos.

La representación española

Hasta parece que estos niños convertidos en ciclistas hayan hecho mayores a corredores como Wout van Aert, tan capaz de ganar una clásica, un esprint en el Tour o de poner a todo el pelotón a casi 30 por hora subiendo un puerto de montaña. Y solo tiene 25 años.

Lo único que se lamenta es que da la sensación de que dos alumnos de la clase de valores del ciclismo han perdido la primera fila, para estar cerca de la pizarra, aunque todavía queda una larga semana de ronda francesa para efectuar un análisis definitivo. Enric Mas, 25 años, y Marc Soler, ya con 26, no pueden mirar hacia atrás porque viene un vendaval de corredores más jóvenes que ellos y que asustan con toda la categoría que atesoran.

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