un astro del deporte

El día en el que Gimondi regresó a Barcelona

La estrella italiana, uno de los grandes de la historia del ciclismo, fallecido el viernes, retorno a la capital catalana en el otoño del 2018, para rememorar su gran triunfo en Montjuïc en el Mundial de 1973

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Sergi López-Egea

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Fue un encuentro casual, producto, más que nada, de la cercanía del hotel en el que se hospedabada. Felice Gimondi paseaba en el otoño del 2018 por las calles del Eixample de Barcelona cuando descubrió el local. Nunca se sabrá lo que le llevó a entrar en el Eroica Caffè, un templo gastronómico del ciclismo ubicado en la calle del Consell de Cent, cerca del Paseo de Gràcia, pero Miguel, uno de los propietarios, lo atribuyó al proyector, el que reflejaba sobre una pared del local las imágenes del Giro de 1976, el tercero y el útimo ganado por el astro de Bérgamo, fallecido en el mar, un infarto, el viernes, mientras se encontraba de vacaciones en Sicilia.

Gimondi murió con casi 77 años pero con el orgullo de ser un grande del ciclismo, una de las más brillantes estrellas de este deporte, tal vez, después de Fausto Coppi y Gino Bartali, el mejor italiano de todos los tiempos, sin el tormento con el dopaje que acosó a Marco Pantani, y a cuya imagen y semejanza ha crecido Vincenzo Nibali, el único junto a Gimondi que puede presumir, entre los corredores transalpinos, de formar parte del exclusivo club de ciclistas que han ganado las tres grandes, Tour, Vuelta y Giro, del que aparte de Gimondi y Nibali, también forman parte Eddy MerckxBernard HinaultAlberto Contador y Chris Froome.

Triunfo ante Merckx, Martens y Ocaña

Miguel, el que siempre atiende con una gorrita ciclista de las que utilizaba Gimondi muchos años antes de que se hiciera obligatorio el casco, reconoció a Gimondi quien con cara emocionada veía las viejas imágenes que repetían una y otra vez un resumen de la ruta del Giro de 1976. Gimondi había regresado a Barcelona para enseñarle a su esposa Tiziana, a sus hijas Federica y Norma, y a sus nietos, el circuito de Montjuïc donde el 3 de septiembre de 1973 -la segunda vez en toda su carrera deportiva- derrotó a Eddy Merckx (fue cuarto) y también a Freddy Maertens y a Luis Ocaña (tercero), en el esprint que decidió la victoria en el Mundial de ciclismo. Se soltaron un montón de globos, los que vieron centenares de niños sobre el cielo de la capital catalana. El Mundial de 1973 llegó a Barcelona por obra y gracia de Joaquim Sabaté, el gran mecenas e impulsor del ciclismo en Catalunya, creador de la Setmana Catalana y la Escalada de Montjuïc.

Gimondi estuvo unos minutos en el local, observó las viejas bicicletas, las de su época, que colgaban del Eroica Caffè y enseguida lo llamó Tiziana, que lo recogía en el taxi que se apeó unos instantes en la puerta. Desapareció Gimondi mientras el proyector continuaba reviviendo las gestas de un corredor heroíco vestido en rosa, el mismo que este sábado ha ocupado la primera página de 'La Gazzetta dello Sport'.

El duelo de una década

En 1973 salió de Barcelona vestido con el jersey arcoíris que ahora pasea Alejandro Valverde. Cuatro años antes, en el Giro, fue la primera vez que venció a Merckx, en un duelo increíble entre un 'Fenix' italiano y un 'Caníbal' belga que duró una década. En 1969, sin embargo, Merckx tuvo que salir de la ronda italiana por la puerta trasera, descalificado por un dopaje que Merckx y los libros de historia -faltaría menos- siempre atribuyeron a un sabotaje, a un bidón mal intencionado que le cambiaron al astro belga para mayor gloria de Gimondi.