EL 'INFIERNO DEL NORTE'

Ni las piedras de Roubaix pueden con el fantástico Peter Sagan

El tricampeón del mundo gana la clásica de los adoquines, en una edición marcada por el paro cardiaco de Gooolaerts y por la fuga de Marc Soler en su debut

sagan-1

sagan-1 / periodico

Sergi López-Egea / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Peter Sagan es sinónimo de muchas cosas en el mundo del ciclismo. A los 28 años es una figura mundial, capaz de ganar tres mundiales de forma consecutiva y de incorporar su nombre, nada menos que con el jersey arcoíris colocado en el cuerpo, a la leyenda de la París-Roubaix, el segundo gran 'monumento' que gana después de triunfar en el Tour de Flandes en el 2016.

Cuentan que Sagan, a diferencia de otras figuras con las que comparte pelotón, no enloquece con el material porque la fuerza está en sus piernas más que en la composición de los elementos de su bici. Él, como este domingo camino del velódromo de Roubaix, impulsa su cuerpo con una fueza descomunal a una velocidad que nadie puede igualar. Porque atacar a 54 kilómetros de la meta, él rápido y los demás sin capacidad de reacción, solo está al alcance de un ciclista fantástico como es Sagan, al que se ama y se aplaude más allá de idiomas o banderas.

Sagan, seguramente, tiene una habilidad fuera de lo corriente para manejar y guardar el equilibrio en la bici como nadie más sabe hacer. Si un día decidiera dejar de sorprender en el ciclismo profesional y dedicarse a las acrobacias, seguramente los grandes escenarios y las mejores compañías como el Cirque du Soleil, lo acogerían porque también se levantaría el público de las sillas viendole crear cosas increíbles sobre la bici.

Como increíble fue el ataque, en el que capturó a Silvan Dillier, campeón suizo, integrante de una fuga inicial en la que también se coló Marc Soler --magnífico en su debut en el 'Infierno del Norte'--. Dillier, como si fuera en carroza al lado de Sagan, como si cumpliera el sueño de su vida sabedor de que si llegaba con el tricampeón del mundo nada tenía que hacer en la lucha por la victoria, seguramente se sintió el más feliz de la tierra para gritarse a sí mismo algo así como ¡gloria a los segundos, gloria a los que marcan la rueda de Sagan!

Sagan lo batió en el velódromo de Roubaix ya que cualquier otro resultado habría sido de ciencia ficción. Pero Dillier se dio el gusto de pasar a la posteridad porque superó en compañía de Sagan el legendario Carrefour de l'Arbre, junto al bosque de Arenberg y Mons-en-Pévéle, el sector de adoquines más tormentoso para los ciclistas. En el Carrefour de l'Arbre no hay adoquines, hay piedras entrelazadas con tierra, separadas unos centímetros y donde es fácil que se hundan los dedos... y se destrocen las ruedas.

El accidente

Con Marc Soler sacando nota, escapándose desde muchos antes de la aparición del primer tramo de 'pavés', la carrera también ha estado marcada por el accidente del corredor belga, de 23 años, Michael Goolaertsquien sufrió un paro cardiaco en competición. Cayó al suelo y los equipos médicos de la prueba, que son los mismos del Tour, lo reanimaron para ser luego trasladado en helicóptero a un hospital de Lille, la principal ciudad de los alredores de la carrera.

Todas las clasificaciones en la página oficial del Tour (Imanol Erviti, en la posición 30, ha sido el único ciclista español que ha acabado la prueba).