No enviemos a Froome a la hoguera antes de tiempo

Nibali (izquierda), junto a Froome y el ruso Zakarin en el podio final de la Vuelta 2017, en Madrid.

Nibali (izquierda), junto a Froome y el ruso Zakarin en el podio final de la Vuelta 2017, en Madrid. / periodico

Sergi López-Egea

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Si un periodista especializado en ciclismo pone la mano en el fuego por un corredor corre el riesgo de quemarse. Las trampas han sido siempre la constante desde tiempos pretéritos con bicicletas de acero en un bendito deporte que cautiva por la exigencia y las condiciones a veces inhumanas a las que se exponen sus practicantes. Pero de igual modo que si uno defiende a Chris Froome o a cualquier otra figura hasta los límites de la pasión sin analizar las consecuencias, condenar a un corredor a la hoguera por hacer uso del famoso ventolín y considerar que se ha dopado con todas las de la ley y por lo tanto es un tramposo sin escrúpulos también supone una mayúscula irresponsabilidad.

Seguramente se podrá afirmar que una carrera como la Vuelta o el Tour no se gana por llevar el ventolín en el bolsillo del maillot y utilizarlo con discreción cuando aparece la primera cuesta. Pero, a la vez, cuando las victorias dependen de poquísimos segundos y todos están tan igualados de fuerzas, toda ayuda es poca, aunque sea un camuflado inhalador de color azul.

Ir más allá de lo permitido

Yo siempre pongo una comparación al hablar de los controles antidopaje y de la responsabilidad de los ciclistas en portarse bien y no tomar sustancias prohibidas. ¿En las autopistas se intenta no superar los 120 kilómetros por qué se teme por la seguridad propia y la de otros conductores? o ¿por qué hay radares y si te cazan te quitan puntos del carnet y te cae una buena sanción en euros? Y siguiendo con este ejemplo, ¿verdad que hay muchos conductores que saben que hay un pequeño margen más allá de los 120 kilómetros por hora y se acelera un poquito para ir más rápido y llegar antes?

Por esta razón, y porque se apura en ocasiones, hay corredores que se extralimitan a la hora de usar una sustancia que terapéuticamente está justificada, pero que la toman acogidos a la idea de que hecha le ley hecha la trampa. Y, a veces, hay disgustos. ¡Vamos! como en la marcha atrás cuando se practica el sexo.

La tos como prueba

Un compañero de Froome, el día antes del control que ha ocasionado la tormenta mediática, confesó inocentemente que el sonido de la tos de su jefe de filas, que dormía en la habitación de al lado, lo había despertado varias veces.   Asimismo, los periodistas que seguimos la pasada Vuelta pudimos escuchar a Froome toser varias veces en las conferencias de prensa tras las etapas que ofrecía a diario como líder de la carrera. Para no dar pistas a los rivales, el británico siempre negó estar enfermo. Y, además, nunca el Sky ha escondido la condición de asmático de su jefe de filas.

Por ello, es necesario aplicar la consigna de que Froome es inocente mientras no se demuestre lo contrario. Pero el campeón británico también debe comprender que es normal estar con la mosca detrás de la oreja por esta nueva situación.