Landa, alma libre, Dumoulin, alma en pena y Quintana, alma en rosa

El ciclista vasco logra el triunfo en Piencavallo, el día en que la 'maglia rosa' entrega la prenda al ciclista colombiano del Movistar

Mikel Landa entra vencedor en Piencavallo

Mikel Landa entra vencedor en Piencavallo / periodico

SERGI LÓPEZ-EGEA / BARCELONA

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Tenía que llegar el día en el que Mikel Landa se sintiera como un alma libre en este Giro del que una moto policial lo apartó de la lucha por la general. Debía llegar la etapa en la que Tom Dumoulin se sintiera como un alma en pena, sabiendo sufrir, como hacen los grandes líderes, para entregar la ‘maglia rosa’ a Nairo Quintana, que no es lo mismo que darle al colombiano la victoria final. La ronda italiana está abierta y queda una jornada de montaña, este sábado, que puede ser tan intensa, como decisiva y emocionante.

Dumoulin pasó un mal día. “No me funcionaban las piernas y, encima, al inicio de la etapa cometí un error de juvenil por ir mal situado y me distancié”, dijo en Italia. Quintana conquistó la ‘maglia rosa’ por la que se apuntó a este Giro pero con varias preocupaciones: sus piernas no tienen la frescura de otras ocasiones, Dumoulin está tocado pero no hundido, y las diferencias que saca a Vincenzo Nibali (43 segundos) y a Thibaut Pinot (53 y aparentemente el más fuerte de todos) no son para confiarse y le obligan a atacar este sábado porque de lo contrario sucumbirá el domingo en la contrarreloj final donde es el más frágil del cuarteto.

DEDICATORIA A SCARPONI

Fue una una subida a Piencavallo donde Landa, a la tercera, se pudo anotar la victoria que anhelaba para dedicársela a Michele Scarponi, con quien compartió equipo cuando militaba en el Astana. Fue un ascenso en el que Quintana dejó claro que actuaba con inteligencia, camino del liderato, pero limitado por unas fuerzas que si hubieran sido las de otras veces, sin duda, lo habrían aupado al ataque. Fue una escalada a Piencavallo, en la que Nibali, sin estar tampoco brillante, demostró que en el Giro es como ‘El Cid’ en la Edad Media. Y, por supuesto, una cima en la que Pinot levantó la mano para decir que él también quería un noviazgo en rosa, sin olvidar tampoco a un Illnur Zakarin revoltoso. 

Con Landa abrazado a la libertad de las montañas y pensando que hasta la victoria hay que luchar en las trincheras, el Movistar y el Bahréin, los equipos de Quintana y Nibali, aliados por necesidad, fueron los que quitaron el aire a Dumoulin, eliminado más por el trabajo de los gregarios que de los líderes.

CARRERA IMPREVISIBLE

Dumoulin fue el líder que se resiste a arder en el fuego, que no se inquieta, que suba al ritmo máximo, aunque vaya acompañado de cierta torpeza, pero que a la vez asciende sin hundirse ni sucumbir por el pánico, que habría sido lo peor. Por eso, solo se dejó un minuto en Piencavallo. Llegó cuando Landa ya se había abrazado, incluso con su familia, presente en la meta, y preocupado –aunque no menos que Quintana, Nibali y Pinot—por la temible etapa de este sábado con el Monte Grappa y la ascensión final a Foza camino de la meta de Asiago.

Es imprevisible lo que pueda ocurrir este sábado y, por eso, por el azar, con los organizadores del Giro frotándose las manos porque era sin duda lo que querían, las preguntas están en el aire. ¿La fragilidad mostrada por Dumoulin es la muestra de que ya ha dicho basta? ¿O solo fue un mal día que además salvó casi de forma brillante? ¿Quintana no puede atacar y solo espera que Dumoulin caiga del árbol como fruto maduro para jugarse el Giro el domingo ante rivales con los que puede pelear en la contrarreloj? ¿Nibali es el del 2016, el que ganó la carrera el penúltimo día? ¿Pedalea tocado como Dumoulin y posiblemente como Quintana? ¿Es Pinot el hombre fuerte, el que ha ido escondido, el que se ha reservado para dar el toque de calidad y vestirse de rosa a un día de Milán? Y todas estas preguntas se resumen en una última cuestión: ¿no está apasionante el Giro?