Turismo
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El río Garona, a su paso por una bella localidad de la Vall d'Aran. / Archivo
La comarca de La Vall d'Aran es un sitio ideal para desconectar rodeado de las montañas más emblemáticas del Pirineo catalán y los pueblos que aún conservan su esencia medieval, con calles empedradas y monumentos de la época.
Pero hay una villa aranesa, que se sitúa a 710 metros de altitud y tiene solamente 1.100 habitantes, cuya tranquilidad invita especialmente a sus visitantes a relajarse, ya sea en familia, con la pareja o con amigos.
El centro de la población es la plaza de la Iglesia, donde se encuentra la Casa de la Villa y la iglesia Era Mair de Diu dera Purificacion, clara representación de la arquitectura románica aranesa.
Su Iglesia, Bien cultural de interés nacional
La gran unidad estilista e implacable conservación de Bòssost hacen que su iglesia, declarada en 2015 Bien cultural de interés nacional, merezca ser visitada. Además, también se puede dar un paseo por las siete capillas de la villa, siguiendo su ruta señalizada y descubriendo cómo los habitantes se protegían de sus males.
El río Garona, que atraviesa la localidad, baja caudaloso por este tramo, lo que invita a practicar actividades como ráfting y otros deportes de aventura. Aprovechando la bella naturaleza del territorio, se pueden realizar excursiones tanto para pequeños como para adultos. Existen itinerarios para conocer los antiguos castillos de Casteret y Era Castèra, fortificaciones que tuvieron un papel clave para defender su territorio fronterizo.
Platos típicos del lugar
En los restaurantes de Bòssost se podrán degustar los platos típicos araneses, como las coles rellenas de carne con salsa de tomate o pitxana, coles que, además de carne, también llevan setas y hortalizas hechas con caldo de azafrán. Aunque también se ofrecen platos más habituales en la cocina francesa, debido a su cercanía con el país vecino.
Como en todo el Pirineo catalán, cualquier época del año es buena para visitar este maravilloso pueblo. Durante el invierno sus visitantes podrán disfrutar de la temporada de esquí y sus paisajes nevados. Pero en verano es cuando hay más vitalidad turística, mientras que la primavera y el otoño son ideales para realizar excursiones y adentrarse en sus frondosos bosques.
Para ver Bòssost en su máxima esplendor, se puede aprovechar y coincidir con fechas señaladas para la villa, como la fiesta mayor, que se celebra durante el 15 y 16 de agosto.
En Semana Santa tienen lugar las procesiones, en concreto el Viernes Santo y el Domingo de Pascua. Durante el invierno, la población organiza la semana gastronómica del andito -un embutido típico de la zona- y la Carrera de San Silvestre, que mantienen la vida en las calles del pueblo durante la temporada más fría.
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