EL CATALÀ DE L'ANY

Josep Maria Pou, 50 años de compromiso con su oficio

El ilustre actor de Mollet del Vallès mantiene una actividad incesante tras una reconocida carrera

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José Carlos Sorribes

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Cuando un actor lleva 50 años encima de un escenario, los acaba de cumplir, pocos retos le quedan en el camino. Ni retos ni, prácticamente, personajes a los que enfrentarse. Cuando se han desempeñado grandes roles como, por citar uno de una lista inacabable, el Lear de William Shakespeare (su filósofo de cabecera, dice) o se ha estado a las órdenes de los mejores directores -en Madrid y en Barcelona- pocas asignaturas quedan por aprobar. Pero no es el caso de Josep Maria Pou (Mollet del Vallès, 1944) que el pasado año se planteó enfrentarse a la ballena blanca de la literatura universal. De ser el capitán Ahab, de 'Moby Dick', la monumental novela de Herman Melville que llevó al teatro en un montaje, prácticamente un monólogo extenuante, estrenado el pasado febrero en el Teatre Goya.

Fueron semanas de exhaustivos ensayos, a las órdenes de Andrés Lima, en los que debió memorizar las casi 8.000 palabras, que no son pocas, de la versión que tejió artesanalmente Juan Cavestany. Pou se dejó la piel tanto en esos ensayos como en el escenario a través de un esfuerzo descomunal que cabe interpretar como el legado de una inmensa carrera para aspirantes a actor. Esa carrera se ha desplegado a lo largo de 50 años en los escenarios desde su debut en aquel convulso 'Marat-Sade', de Peter Weiss, que montó Adolfo Marsillach en la capital de España, coincidiendo con el Mayo del 68 en París. Era un estudiante de primer curso de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (Resad) en Madrid.

Devoción reverencial por el teatro

Ya tenía entonces la pasión, juvenil en aquellas fechas, de alguien que siempre se ha volcado en el teatro –primero como actor y en la última década también como director- y que vive el hecho escénico con devoción reverencial. De alguien que concibe la experiencia teatral de esta forma: "En mitad de una representación, un espectador puede descubrir que aquello que está pasando en el escenario tiene que ver con su propia vida; a veces, incluso, con su yo más íntimo y oculto”.

Es tan grande esa pasión que lleva un tiempo avisando de que se acerca la bajada definitiva del telón o de que se apague la cámara y nadie le diga nunca más “acción”, aunque por ahora, y por suerte, solo es una intención a la que no consigue poner fecha. “He entregado mi vida al teatro, con pasión, pero por primera vez estoy pensando en bajar el ritmo, en levantarme o tener todo el día para leer o para pasear por la Barceloneta, que hace seis años que no lo hago”. Se lo decía a Núria Navarro en una entrevista en este diario… hace casi tres años.

"No sé decir 'no' a los personajes que me ofrecen. Y lo increíble es que cada día me ofrecen más"

Por la Barceloneta seguro que ha paseado, pero lo de levantar el pie no casa con ese centenar de bolos que ya está haciendo por toda España con la pata coja, pesada prótesis incluida, del capitán Ahab a cuestas. Una gira que desembarcará en enero del próximo año en el Teatro La Latina para hacer una temporada de tres meses en Madrid. Él mismo explicó, también en este diario a Juan Fernández, la causa de esa hiperactividad profesional. "Soy un señor de 72 años que va por la vida como si tuviese 18”. ¿Por qué? “No sé decir ‘no’ a los personajes que me ofrecen. Y lo increíble es que cada día me ofrecen más”.

El Gaudí d'Honor y un soberbio discurso

Lo afirmaba en los días previos a la gran fiesta del cine catalán, a finales del pasado año, en la que recibió el Gaudí d’Honor del 2017 por esas cinco décadas de profesión, que inició en un escenario pero que amplió al mundo del cine y la televisión con el mismo éxito. Y fue protagonista de aquella gala con un enorme, tanto como su estatura (casi dos metros), y emocionante discurso, reflejo de un compromiso con su actividad profesional del que siempre ha hecho gala. Pou reivindicó la noche del 29 de enero desde la emoción su oficio, “que debe poder hacerse con dignidad y no debe caer en la autocomplacencia”.

Ese vehemente discurso, altamente elogiado, resumía una trayectoria que sitúa a Josep Maria Pou Serra entre los grandes actores españoles de siempre, un devoto del teatro pero también reconocido en el cine y la televisión. Alguien que es dueño de su destino y que tiene en sus manos, como los grandes futbolistas, poner el punto final a su carrera.

radiografía

De los estudios en la Universidad Laboral de Tarragona, apenas un adolescente, llegó el salto al teatro amateur, al universitario y al independiente. Fue en Madrid donde inició su formación en la Resad y donde le llegó la primera oportunidad en el campo profesional, gracias a una convocatoria de Adolfo Marsillach. A partir de ahí una carrera que tuvo una segunda etapa formativa en la compañía titular del Teatro Nacional María Guerrero. El debut en el cine llegó en 1973 con 'Una mujer prohibida', y un año después se estrenó en televisión con el recordado 'Estudio 1', en una época que define como su tercera escuela. Años después su presencia en series televisivas ha sido constante ('Estació d'enllaç', 'Policías', 'Nit i dia'...). Hasta en la radio se prodigó con el programa 'La calle 42'. El salto a la dirección teatral llegó en el 2005 con la aclamada 'La cabra', de Edward Albee, y tres años después se hizo cargo de la dirección artística del Teatre Goya.