FINALISTAS DEL PREMIO CATALÀ DE L'ANY (6)

Manel Pousa, el 'pare' Manel: «¿Atípico yo? ¿Porque no me pongo una sotana?»

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MAURICIO BERNAL

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Hay una anécdota que cuenta con frecuencia el 'pare' Manel, normalmente cuando su interlocutor le pide una reflexión sobre el tema de la bondad. Entonces recuerda un día, en la cárcel de Brians, cuando se sacó del bolsillo un paquete de tabaco para dárselo a un preso. «Usted sí que es bueno, padre», le dijo el hombre, agradecido. Manel Pousa cuenta que se tomó la molestia de explicarle al joven el origen de esos cigarrillos, y le dijo que se los había dado una señora mayor, vecina de Verdum, a la que repetidamente habían atracado mientras andaba por la calle; una señora que siempre que se encontraba al padre metía la mano en el bolso, sacaba un billete y se lo entregaba mientras decía: «Diez euritos para los muchachos, padre…»

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Hay que tener la lucidez de esa mujer o la del propio padre Manel Pousa, el célebre 'pare' Manel, para entender que el preso casi siempre también es víctima; y para actuar en consecuencia. Uno, dice el 'pare' Manel, es su medio, sus circunstancias. «Si a mí mis padres no me hubieran querido como me quisieron, yo no sería de esta manera», dice. «Pero otros no han tenido esa suerte. Por eso yo no hago juicios de valor. Prefiero preguntarme por qué una persona delinque, por ejemplo, o por qué consume drogas». Quién sabe si ya tenía esa lucidez cuando empezó a visitar cárceles en los años 70, o si la fue conquistando y puliendo con los años. «La cárcel ha sido el complemento de mi universidad», dice. Y su universidad, añade, ha sido la calle.

FAMILIARES ENTRE REJAS

El 'pare' Manel nació en Granada en el año de 1945 -tiene 72 años-, pero su destino estuvo ligado desde el principio a la ciudad de Barcelona, donde llegó cuando era un niño. Se ordenó sacerdote en los años 70 tras abortar el proyecto inicial de hacerse arquitecto, y un día aterrizó en Nou Barris y allí encontró marginalidad, droga, delincuencia, pobreza. Otro padre quién sabe qué habría hecho, pero el atípico 'pare' Manel se remangó y empezó a trabajar por los pobres, los drogadictos, los delincuentes, los presos. Una vez contó que su trabajo en las cárceles lo empezó porque era lo que tocaba, porque alguien que quería ayudar en el barrio no tenía opción, toda vez que había una porción importante de población con hijos, padres, maridos y hermanos tras las rejas. Trabajar en Nou Barris era en parte trabajar en las cárceles. En Roquetes y Verdum: los barrios donde centró su labor.

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«¿Atípico yo? ¿Porque no me he puesto una sotana en la vida?» El padre que trabaja por los marginales se ha ganado fama de marginal, o al menos de independiente: de ir por libre. Pero esa fama no es de su agrado. «Yo vivo la fe haciendo lo que hago», afirma. «¿Raro? Bueno, Flavià ya decía en el colegio que yo era raro», dice de su amigo, el actor Carles Flavià, fallecido el año pasado. La Iglesia es una institución conservadora y las ideas de Manel Pousa no siempre han sido consonantes; la divergencia llegó a su clímax hace seis años, cuando el Arzobispado de Barcelona amagó con excomulgarlo por haber ayudado a dos chicas a abortar. Al padre no le gusta hablar de eso. Dice que siempre ha «estado en comunión» con el clero catalán.

El 'pare' Manel creó una fundación con su nombre que desde el 2004 canaliza su trabajo y la búsqueda de recursos para llevarlo a cabo. Alguno estaría tentado de decir que su obra es la fundación, pero es dudoso: su obra es gente, es calle.