La paciencia, divino tesoro

Cuando el tiempo convierte un gran vino en un grandísimo vino

La Colección Privada de Familia Torres, una selección de las mejores añadas de sus mejores referencias envejecidas durante más de una década, demuestra el impagable valor de la espera en los grandes tragos

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La Colección Privada de Familia Torres.

La Colección Privada de Familia Torres. / El Periódico

Ferran Imedio

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Si la paciencia en la madre de la ciencia, podría decirse que los miembros de Familia Torres no son viticultores ni bodegueros, sino 'científicos' porque han querido y han sabido esperar más de 10 años para lanzar al mercado unas cuantas botellas de las mejores añadas de sus mejores vinos. El proyecto se llama Colección Privada. Solo las que fueron excepcionales se guardaron en su momento con la idea de dejarlas reposar para que mejoraran todavía más en la botella.

"En estos tiempos en los que reina la inmediatez, en los que el público demanda novedades y novedades y novedades, ponemos el pie en el freno y le decimos: 'Prueba esto y sabrás lo que es un gran vino", explica Sergi Castro, sumiller de la firma catalana, sobre esta iniciativa que no es tan extraña en otros países porque los clientes aprecian mucho este tipo de tragos.

Punto óptimo para su consumo

El premio a tanta paciencia es que estas joyas han ganado, y mucho, con el paso del tiempo, alcanzando un punto óptimo para su consumo, con matices, sabores, aromas que jamás habrían aparecido de haberse vendido cuando 'tocaba', cuando hubiera cumplido su ciclo de crianza y guarda convencional. Porque el cliente, una vez comprada, difícilmente habría aguantado 10 o más años para abrirlas. Y, seguramente, no las habría tenido descansando en las mismas -y magníficas- condiciones que la cava privada de la familia, donde han estado esperando su momento para salir a la luz.

El 'dream team' de la Colección Privada de Familia Torres está formado por cinco estrellas de la bodega: cómo no, está su vino insignia, Mas La Plana, que cuenta con las añadas 1989, 2007, 2008, 2009, 2012 y 2013; además del tinto Grans Muralles (2004, 2006, 2008, 2010 y 2012) y el blanco Milmanda (2012 y 2013), ambos de la Conca de Barberà, y del tinto Reserva Real (2012) y el blanco Waltraud (2012), ambos del Penedès.

Miguel A. Torres, presidente de Familia Torres, con las botellas de la Colección Privada de la bodega.

Miguel A. Torres, presidente de Familia Torres, con las botellas de la Colección Privada de la bodega. / El Periódico

Todos ellos, creados por la cuarta generación de Familia Torres, encarnada en su presidente, Miguel A. Torres. En próximas ediciones seguramente se añadirán los que han llegado con la quinta generación, la de Miquel Torres Maczassek, Mas de la Rosa y Purgatori.

"Hemos demostrado que en Catalunya se pueden hacer grandes vinos que pueden envejecer y que pueden competir con los mejores del mundo", proclama Torres sénior. "Es emocionante poder disfrutar ahora de estas añadas a las que augurábamos un gran potencial de envejecimiento y ver que el tiempo nos ha dado la razón. Son vinos de una gran complejidad que han evolucionado de manera excepcional".

El bodeguero y viticultor tiene claro que "el paso del tiempo siempre es favorable" para esta bebida... siempre que este se haya elaborado bien. "Pero no todos los vinos pueden envejecer tanto y tan bien, aunque su curva de consumo puede alcanzar los dos, tres o cuatro años", añade Castro.

Recuerdos a confitura, cuero, tabaco, ahumados...

De todos modos, los mejores siempre pueden alcanzar mucho más tiempo de guarda, ganando en matices dentro de la botella. "Además de la emoción que provoca probar algo que lleva tantos años esperando a ser bebido, además de ponerte la piel de gallina por eso, se disfrutan porque han evolucionado, y ya no presentan aquellos aromas de la fruta más inmediatos, sino que aparecen las confituras, y los recuerdos a tabaco, a ahumados, a cueros...", apunta Castro.

De hecho, la llegada de Colección Privada es la reafirmación del potencial de envejecimiento que tienen los grandes vinos, y un bonito recordatorio sobre cómo se elaboraban años atrás (los tintos, por ejemplo, tenían mucha más madera que hoy en día). También para la propia bodega es una manera entender cómo podrían evolucionar en un futuro las añadas más jóvenes.

Amantes de los buenos vinos, coleccionistas que miman cada joya que poseen y restauradores de prestigio saben apreciar y pagar por estas botellas, que en el caso de Colección Privada se presentan en un elegante estuche de madera de color oscuro, precintado con un sello de lacre y un cintillo donde se indica la fecha de relanzamiento. En su interior, se encuentra información sobre el vino y la añada. Las botellas conservan la etiqueta original y se preparan a mano.

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