Tragos únicos

Cómo se hace un vino de antología

Miquel Torres Maczassek enumera las cinco condiciones que debe tener una botella de colección como las que elabora su bodega, Familia Torres

Miquel Torres Maczassek, director general de Familia Torres, en uno de sus viñedos.

Miquel Torres Maczassek, director general de Familia Torres, en uno de sus viñedos.

Ferran Imedio

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Vinos hay muchos, pero los que Familia Torres denomina como "de antología" (lo que otros llaman "de colección") hay muy pocos. Son especiales, casi únicos, y con una calidad 'top'. Pero, ¿cómo se hace un vino de antología? Miquel Torres Maczassek, el director general de la bodega, apunta estas cinco condiciones para que lo sea, como el último que acaba de salir al mercado: Mas de la Rosa 2018 ("una añada espectacular en el Priorat", susurra).

Un lugar histórico

Las viñas y las bodegas siempre deben estar en lugares históricos, "con una energía especial", donde ya se hacía vinos hace muchos años. "Es una manera de recuperar una herencia, una historia. Nosotros tomamos el relevo histórico", explica Torres. "Estos lugares son muy particulares, se salen de lo normal por su singularidad. Más que explicar una idea con el vino, la idea es la propia viña".

Y pone tres ejemplos. En el caso de Milmanda, en una zona donde los romanos ya se dedicaban a la viticultura, su castillo era el lugar donde se hacía el vino que iba al monasterio de Poblet en el siglo XII. Mas La Plana es una de las masías más antiguas (principios del siglo XIX) del Penedès, donde hay vestigios de la viticultura de los romanos. Y Mas de la Rosa, una de las propiedades más antiguas del Priorat (más que el pueblo de Porrera), se ubica en un valle sin carreteras ni líneas de alta tensión que en 1945 ya tenía las viñas actuales, aunque es probable que sean más viejas y de las más antiguas del Priorat.

Mas de la Rosa, uno de los vinos de antología de Familia Torres.

Mas de la Rosa, uno de los vinos de antología de Familia Torres. /

Producción limitada

Los vinos de antología, recuerda Torres, siempre deben ser de producción limitada. "Al ser pocas botellas puedes hacer un trabajo de precisión y detalle", subraya. Mas de la Rosa, con 1,9 hectáreas, da para 200 cajas de 12 botellas. Milmanda, más o menos igual… Pocas, realmente muy pocas.

Calidad excepcional

"Los vinos de antología deben tener una calidad excepcional. No podemos trabajar con interrogantes sobre si alcanza o no el nivel, así que debe haberse probado durante muchos años. La calidad siempre es subjetiva, varía según el catador, pero los jueces somos nosotros, los Torres, que podemos catar vinos de todas las parcelas que tenemos en Catalunya y España. Tras probar los lotes y elegimos el cupaje final de cada vino", cuenta Torres.

Eso sucede, por ejemplo, con Mas La Plana, donde llevan a cabo un "trabajo casi de perfumista". Este vino no sale de una sola viña, sino de la selección de 12 parcelas que ocupan 29 hectáreas divididas en dos zonas distintas. "Eso da un ensamblaje que varía incluso en función de la cosecha. Y si vemos que no tiene la calidad que nos gusta, no se hace, como pasó con la añada de 2014, con todo el dolor y toda la pérdida económica que supuso".

Milmanda, uno de los vinos de antología de Familia Torres.

Milmanda, uno de los vinos de antología de Familia Torres. /

Gran capacidad de guarda

"Los vinos de antología -advierte el bodeguero- están pensados para convivir y estar mucho tiempo en la botella porque no se hacen pensando en el consumo inmediato sino respetando el mensaje de la viña. Por eso son tan especiales". Eso hace que cuando pruebas un Milmanda recién salido al mercado, por ejemplo, "puede ser un poco cerrado" porque aún no expresa su potencial. Pero al cabo de cinco, seis o más años, el vino va sacando sus aromas más complejos: "Melocotones, miel, membrillo...".

El vínculo emocional del bodeguero

Los vinos de antología tienen un componente emocional para los Torres. "Son viñas que encontraron mi abuelo, mi padre, mi hermana o yo mismo. Eso hace que el vínculo no sea tan estrecho como con otras. Las tratamos muy de cerca, las mimamos mucho, tienen todo lo que necesitan", confiesa Torres. "Mas La Plana es el vino que mi padre creó en 1970 pese a la oposición frontal de mi abuelo, y yo llevo en el corazón Mas de la Rosa: amo esta viña, es como si fuera un hijo, porque la encontré yo". Esa relación se traduce, pues, en un trabajo muy artesano. "Cuando vamos a decidir el cupaje, no te imaginas la cantidad de catas que hacemos, cada dos semanas, dentro de las barricas por si encontramos alguna nota que no tenga ese perfil que estamos buscando".