Comer por menos de 15 €
Menú del día: Bar Rovira, la veteranía del Clot
Esta casa de comidas abierta en 1963 ofrece nueve opciones de primero y seis de segundo, y postres caseros
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El osobuco con patatas de Bar Rovira. / Alberto García Moyano


Alberto García Moyano
Alberto García MoyanoAbogado. Responsable del blog 'En Ocasiones Veo Bares'. Interesado en la conservación de bares y bodegas desde 2011. Enamorado de la cocina de menú del día, del desayuno cocinado y todo aquello que se le asemeje. Bodega Montferry (2013), Bodega Carol (2015) y Sants es Crema (2017).
Justamente un día antes de publicarse el anterior menú del día, el de Azul, resulta que mis obligaciones profesionales me llevaron de visita mañanera a mi querido barrio del Clot, donde nos defendemos como podemos en la Bodega Carol desde hace 10 años. Finalizados los quehaceres que me llevaron por la zona, acabamos en otra de las bodegas más maravillosas que tenemos en Barcelona: la Bodega Sopena.
Allí, entre otros conocidos, me encontré a Álex, célebre regente de la Cerveseria Jazz de la calle de Margarit, en el Poble Sec, donde servidor de ustedes -y muchísima otra gente- tuvo la suerte de comerse las mejores hamburguesas de la ciudad incluso después de que se pusieran de moda las hamburguesas de todo tipo. Ahora jubilado en el Clot, Álex disfruta de un merecido retiro mientras su local es ahora la Bocadillería Jazz, al que nos recomienda ir (habrá que hacerle caso).
Bar Rovira
Clot, 41. Barcelona
Tf: 93.245.10.62
Precio: 13,75 €
La cuestión, que ya me estaba andando por las ramas, es que este feliz reencuentro no solamente se quedó en alegría de verse sino que además venía con un regalo adicional: Álex, lector de esta sección (hecho que me honra sobremanera), me recomendaba ir al Bar Rovira, a pocos metros de donde nos hallábamos.
Dada la hora, y a pesar de que el pensamiento inicial era otro, me despedí y tomé rumbo hacia el Rovira. Se trataba de salir de la Sopena, pasar La Clote y recalar en el Rovira. Ni dos minutos mal contados andando por la calle del Clot.
No es que no conociese esta veteranísima casa, abierta en 1963, pero no había venido de menú desde hace eones, quizá desde que andábamos dando los primeros pasos con la Carol. Mal hecho por mi parte lo de no venir y muy bien por Álex recomendándolo. Ahora os cuento el porqué.

La entrada de Bar Rovira. / Alberto García Moyano
Plantarse frente al Rovira, de hecho, da su respeto. Que una casa de comidas como esa resista desde 1963, con todo lo que ha llovido, ya es un mérito. Que siga siendo tremendo local es otro. Y que mantenga un menú del día a 13,75 € con la que está cayendo tampoco es moco de pavo. En él, nueve opciones de primero y seis de segundo. Con los postres (en su inmensa mayoría, caseros) también anunciados en el menú. Todo un detalle.

La col trinchada con 'cansalada' de Bar Rovira. / Alberto García Moyano
No son de anunciar cosas que no son, así que lo que en otro lugar hubiesen vendido como 'trinxat' de la Cerdanya (en muchos casos decepcionante) aquí se enunciaba como “col trinchada con 'cansalada'”. Bien, sin ambages, información veraz y sin pompa, correspondida con una col sabrosa, cremosa y coronada por unos trozos de 'cansalada' de los de apreciar que has acertado con la elección.
Pudiendo completar la gesta con el bacalao con ajos tiernos (que veía ir y venir con avidez), me jugué todo al osobuco de ternera en salsa. Esencialmente porque es una de mis piezas preferidas y porque, si hablamos de platos en peligro de extinción, el osobuco es, en todas sus formas, un plato que apenas se encuentra en cartas y menús de, al menos, los garitos que conozco.
Y, digámoslo todo, como echaba mucho de menos el que preparaba Bertha en el Bar Bruxas de la calle de Espronceda, quería saber si podía seguir estirando ese recuerdo. Y sí, no fue del mismo estilo que aquel añorado plato, pero sí estuvo lo suficientemente bien parido como para recuperar la fe en que el osobuco existe y, a pesar de que se encuentre raramente, cuando se encuentra está en buena forma. Una alegría más en ese día, que nunca está de más.

La crema catalana de Bar Rovira. / Alberto García Moyano
Como adelantado, muchos de los postres que ofrecen son caseros. Y, eso dice mucho de una casa familiar como esta. Me decanté por la crema catalana porque me entró el máximo antojo. En barro individual, quemada, generosa y sabrosa. Un gozo total.
En materia de menús, siempre es bueno sumar. Y si a los de La Margui o el Bar El Cuco, ya reseñados anteriormente, le añadimos esta veteranía consolidada, no toca sino dar saltos de alegría. Hay que celebrar el Clot porque es mucho Clot, le pique a quien le pique.
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