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La tortilla medio viva y el carisma del bar O Pemento

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La tortilla del bar O Pemento, en Rois, Galicia.

La tortilla del bar O Pemento, en Rois, Galicia. / Pau Arenós

Pau Arenós

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El carisma no se fabrica ni se compra. El carisma se tiene o no se tiene. El carisma es como haber sido agraciado con unos ojos azules y pelazo; y sí, hay lentillas y la posibilidad de un viaje a Turquía, pero no es lo mismo.

Algunas personas secretan carisma, de la misma manera que los seres vivos expanden feromonas para influir en el comportamiento de individuos de la misma especie.

El poder es una dinamo de carisma: alguien anodino tocado por la vara de mando es distinto a ojos de quien le había negado el magnetismo. No sé si existe otro generador artificial de atractivo.

La tortilla sin abrir del Bar O Pemento, en Rois, Galicia.

La tortilla sin abrir del Bar O Pemento, en Rois, Galicia. / Pau Arenós

Estuve en O Pemento, un bar en la parroquia de Seira (Rois, La Coruña), una noche en la que el carisma se desbordó como las yemas en las tortillas al estilo de Betanzos. Y ciertamente en la protuberancia de O Pemento, que contenía un montón de huevos, el amarillo fluía con el peligro del cacareo. Estaba rica, pero demasiado deconstruida.

¿Por qué aquella taberna que no figuraba en las guías, aunque sí en las agendas de los conocedores, rezumaba encanto? La comida era buena y el entorno, un griterío de vecinos que celebraban el jueves como si fuera sábado.

A pesar de lo tangible, era lo invisible lo que le daba el valor. Un aire, una atmósfera, un ambiente, un algo para lo que no existía calculadora ni sistema de medición.

Ese día conocimos a un médico plasta que al parecer era una eminencia y supimos de un chaval que había asesinado a alguien para salvar a otra persona y que tomaba unas cervezas con los colegas al mismo tiempo que nosotros bebíamos un orujo casero con 20 años.

Esos elementos dispares formaban parte del carisma de O Pemento y le otorgaban una singularidad que lo alejaba de las franquicias y de esos sitios en los que la vida aún no se ha establecido. Era lugar de reunión de gaiteros, de artistas y había comenzado como colmado en 1964.

Los chipirones de Rianxo del bar O Pemento, en Rois, Galicia.

Los chipirones de Rianxo del bar O Pemento, en Rois, Galicia. / Pau Arenós

El bar había pertenecido a Xan Calvo, y antes a su padre, y era Chus Mosquera quien estaba al frente. Xan, ya jubilado, había sobrevivido a dos cánceres y seguía ejerciendo de anfitrión en un espacio en el que conocía a todos y todos lo conocían. Altas dosis de un don llamado naturalidad.

Xan do Pemento nos recitó un poema, desbordó ganas de vivir, brindó varias veces y, aunque en otra ocasión me habría parecido invasivo, facilitó que un extraño como era yo se sintiera integrado.

Las lonchas de jamón asado del bar O Pemento, en Rois, Galicia.

Las lonchas de jamón asado del bar O Pemento, en Rois, Galicia. / Pau Arenós

Además de la tortilla medio viva, en la mesa dieron la cara los calamares de la ría de Arousa, los chipirones de Rianxo, las lonchas de jamón asado, patatas fritas y salsa abundante; una ensalada con una cebolla con tanto vinagre que me podría haber saltado un ojo; las chulas, una masa con manzanas y pasas, membrillo y queso.

Al despedirnos, Xan nos dio unas ‘cuncas’, recipientes cerámicos para beber, desde sopa a vino, cavidad apilable y multiusos. Ofreció también una botella del orujo milagroso, incompatible con la política de las compañías aéreas. El carisma no se compra ni se fabrica, pero es posible regalarlo.

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