Bocados chic

Oysters Menorca: dos interioristas y un experto en ostras dan glamur gastro a la zona alta

Los jóvenes Tobias Kruijssen, Benito Escat y Pol Castells venden "lujo sofisticado pero asequible" en un restaurante en el que mandan el preciado molusco, el caviar, los productos de mar y el champán

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Benito Escat y Tobias Kruijssen, en el Oysters Menorca de Barcelona.

Benito Escat y Tobias Kruijssen, en el Oysters Menorca de Barcelona. / Daniel Schäfer

Ferran Imedio

Ferran Imedio

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Los jóvenes Benito Escat y su marido, Pol Castells, no tienen una carrera como restauradores. Son interioristas que trabajan en Quintana Partners, con sedes en Barcelona y Maó. Eso sí, no han parado de dar forma a restaurantes, como Gala (en la capital catalana), Isabella's (Llafranc) y Allegra (Madrid), además de establecimientos emblemáticos como la librería Finestres (en el Eixample). En todos los casos, con un estilo rebosante de personalidad. Y se supone que esa relación con las casas de comidas, unido a su buen paladar, fue lo que les empujó a querer tener el suyo propio.

Aunque sucedió casi por casualidad. Conocieron a Tobias Kruijssen en Menorca. Treintañero como ellos, había salido de su Amsterdam natal para instalarse en Maó. Como su familia se dedica al cultivo de ostras, apostó por abrir un local de degustación del preciado molusco en el centro de la ciudad balear. Pequeñito, solo caben ocho personas. Se llamaba, se llama, Oysters Menorca. Corría el año 2020.

Oysters Menorca

Madrazo, 54

Tf: 93.808.28.03

Precio medio (sin vino): 70 €

Escat y Castells conocieron a Kruijssen y le convencieron para entrar en el negocio con la idea de renovar la decoración, cambiar la imagen, proponer una carta de cocina y no solo de degustación y abrir más locales. El primero, en Barcelona, ciudad que aman. El holandés aceptó y a principios de 2024 unieron fuerzas. "Ya funcionaba bien, pero ahora todavía funciona mejor", sonríe Escat.

Aire parisino

"Nos hacía ilusión tener nuestro propio restaurante -comenta el interiorista-. Así que vimos claro que las ostras podrían ser un buen vehículo para ofrecer lujo gastronómico sofisticado pero asequible, y en un espacio agradable".

Lo han conseguido: en el local de la capital catalana se respira un aire parisino, con mesas altas, paredes forradas de madera y una larga barra de seis metros que aportan glamur a un ambiente que de día es súper luminoso gracias a los enormes ventanales que dan a la calle. Rematan la escena los uniformes clásicos de los camareros bisoños, voluntariosos y aún en fase de rodaje (apenas llevan dos semanas abiertos).

Bandeja de ostras de Oysters Menorca.

Bandeja de ostras de Oysters Menorca. / Daniel Schäfer

Propuestas como la suya, consideran Escat, Castells y Kruijssen, es escasa en la ciudad, y cierto es que no hay muchos establecimientos dedicados a las ostras. Aquí encontrarás francesas, holandesas, irlandesas, portuguesas... Con más o menos tiempo en el mar, con parte de la crianza en un río...

El caviar y el árbol de blinis de Oysters Menorca.

El caviar y el árbol de blinis de Oysters Menorca. / Daniel Schäfer

En Oysters Menorca también proponen más cosas que esta maravilla marina. Otro de sus puntos fuertes es el caviar iraní de piscifactoría ecológica, que igual lo sirven coronando unas patatas fritas con crema de anchoas en un plato que podría calificarse de 'street food' de lujo, adornando una divertida pasta que también lleva ralladura de piel de limón por encima o destacando en uno de los blinis del bonito y tentador 'árbol' de blinis (los otros llevan salmón y huevas de salmón).

Tampoco faltan productos de mar como anchoas y boquerones (pareja de baile en una original gilda a la que se unen un huevo duro de codorniz, una piparra y una oliva XXL), atún (ahumado o en formato tartar), gambas (con salsa y en un 'brioche'), cañaíllas, camarones...

Hay champán, porque la carta lo pide, y presumen de ser embajadores oficiales de la prestigiosa 'maison' Ruinart, de la que guardan las mejores añadas. Y cócteles clásicos reinventados, con un toque fresco, para acompañar la esencia marina del restaurante.

En el apartado de los postres, todos ellos caseros, destacan el tiramisú, la 'mousse' de chocolate y un agradecido guiño a las raíces baleares a través de un cremoso 'cheese cake' elaborado con queso de Mahón, la ciudad donde empezó todo.

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