Cata Menor

El brindis: un gran plato de Disfrutar que ni siquiera es un plato

Hay que brindar lo máximo posible: por los que están, por los que no están, por este y por aquel, por aquello que se ha conseguido y por aquello que se quiere conseguir

Restaurante Disfrutar: la primera década de los mejores

Copas de metal para brindar en el restaurante Disfrutar.

Copas de metal para brindar en el restaurante Disfrutar. / Pau Arenós

Pau Arenós

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La cocina carga con una dimensión litúrgica que a menudo olvidamos, comenzando por la transubstanciación, que tiene un macabro reverso en el canibalismo. En ambos casos, nos fortalecemos con el cuerpo del otro, bien sea en espíritu o con la carne ensangrentada, o cómo pasar de la teoría a la práctica. 

El rito es importante porque nos adhiere a una cultura determinada y nos ancla al suelo y ordena la vida, y su ritmo. La ceremonia es una forma de narrativa y el ser humano no podría existir sin historias.

El culto profano que me interesa es en torno a la mesa, donde ocurren actos sagrados como compartir.

Alguien llena los platos con las viandas de una cazuela depositada en el centro, alguien corta el pan y lo reparte, alguien escancia el vino. Son personas dándose a otras personas y no hay ahí misticismo pero sí una mística de lo cotidiano. La astucia de la religión fue apropiárselo.

Sentado en una mesa junto a las grandes cristaleras que dan al patio interior del restaurante Disfrutar, la casa de Oriol Castro, Eduard Xatruch y Mateu Casañas, sucede un hecho subrayable, más allá de la excelencia de la comida y del servicio y del virtuosismo técnico y creativo del nombrado en junio del 2024 como mejor restaurante del mundo: proponen un brindis.

Las representaciones meditadas me interesan –y no así la chapuza oportunista–, de manera que estoy atento a las explicaciones.

Sobre el mantel, copas pequeñas, de cobre, pesadas, que parecen más de adorno que de probada utilidad. El plato que las ha precedido es la tostada con burbujas sólidas de mantequilla y erizo y el que las seguirá, el pan chino relleno de caviar y nata agria, un 'hit' desde el 2016 y que les han copiado con el descaro de quienes dicen rendir homenajes.

En las copas gotea un destilado con erizos. Y una petición: “Hay que brindar fuerte”. Gong. Metal contra metal. Gong. Me gusta el golpe. Repetimos. Gong. Compraron los recipientes en Japón y Oriol me dirá después que le recuerdan el sonido de los templos budistas. Gong.

La resonancia se expande por entre las conversaciones, golpeadas durante un instante por el aviso.

Ni siquiera es un plato, si bien le asiste la trascendencia del mejor de ellos porque nos hace ser conscientes del privilegio de brindar, con unas copas que tienen peso y tañido.

Al final, como prepostre, otro símbolo: los anillos dulces, y presentados sobre una bandeja, que ejemplifican el compromiso del restaurante con el cliente. Pensar (pensar) esta clase de cosas, motivan y conquistan, pero ¡ay de los charlatanes! El discurso tiene que tener sentido y honestidad y, si no, mejor el silencio.

Hay que brindar lo máximo posible: por los que están, por los que no están, por este y por aquel, por aquello que se ha conseguido y por aquello que se quiere conseguir. Brindar para agradecer y brindar para conjurar. Brindar y hacer ruido. Brindar y festejar. Brindar y recordar. Por ti, por nosotros. Gong. Gong. Gong. 

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