El restaurante Layon baja la persiana después de 133 años dando de comer en Granollers

El restaurante Layon (Granollers) ha apagado definitivamente los fogones este 10 de enero tras más de 130 años de trayectoria y cuatro generaciones de la familia Planas, la última de las cuales ha decidido jubilarse sin que sus descendientes quieran continuar con el negocio.

Los inicios hosteleros de esta familia datan del año 1892, cuando el bisabuelo de los actuales propietarios, Hilarión Planas Bosch, abrió una taberna ubicada al lado del actual establecimiento, según precisan en una entrevista con EFE los hermanos Ramon y Josep Planas, que han regentado el restaurante hasta ahora.

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De hecho, la denominación del restaurante proviene de la deformación del nombre del fundador y, desde entonces, se han convertido en un símbolo para la localidad vallesana, que ha visto como otros negocios históricos del municipio, como la tienda de pijamas y ropa interior Casa Bassa -128 años-, también ha cerrado.

En la década de los años 50 y 60 del pasado siglo el restaurante gozó de una época de esplendor, gracias a que la empresa de autobuses Sagalés situara en sus inmediaciones una parada para sus vehículos que venían de Caldes de Montbui (Barcelona) y de Moià (Barcelona).

Una saga familiar

"Nos encontramos entre dos mares, por un lado estamos contentos por acabar una vida y comenzar otra como jubilados, pero por el otro estamos tristes por dejar atrás un establecimiento de 133 años que ha de desaparecer por circunstancias de la vida", explica Josep -el jefe de cocina-, quien achaca el cierre a la falta de relevo generacional.

Asimismo, piensa que, tarde o temprano, la parte "media" de la hostelería que se ha dedicado toda una vida a servir platos morirá, ya que hay días en que se trabaja 17 o 18 horas. "Poco a poco, la cocina tradicional dejará de existir", comenta preocupado Josep, porque requiere de mucho trabajo.

Consideran que encontrar personal cualificado y eficiente es cada vez más difícil, pues los grandes establecimientos con estrellas Michelín "se lo llevan todo", aunque Josep señala que no se pueden quejar de los empleados que han pasado por el restaurante.

Se quedan con el recuerdo de muchos trabajadores y clientes, a quienes consideran "familia" y, en muchos casos, "amigos" después de tantos años. Estos días, afirman, han recibido mucho apoyo desde que supieron de su decisión, a mediados de diciembre pasado.

Como curiosidad, en su centenario de servicio, en 1992, el grupo Codorníu, uno de los principales productores de cava a nivel mundial, etiquetó botellas de cava especiales para el restaurante.

Para todos aquellos hosteleros jóvenes que se embarcan en un nuevo negocio, aconsejan tener ilusión, paciencia y las ganas de ejercer un empleo muy sacrificado, que seguramente les será reconocido en un futuro. En este sentido, advierten de que "por mucha inversión que se haga, si el cliente no entra, somos un cero a la izquierda", y afirma que lo mejor para un restaurante es que funcione el 'boca a boca'.

"Una manera determinada de cocinar, servir y ver el mundo"

No se imaginan un 'Layon 2' bajo otra administración y la única posibilidad es que la descendencia, hijos o sobrinos, "quieran abrir algo relacionado con la hostelería".

En este sentido, "Layon tiene una manera determinada de cocinar, servir y ver el mundo", y si les copian la denominación y no lo hacen igual, piensan que puede ser perjudicial para su recuerdo.

'Esmorzars de forquilla'

Sus platos estrellas son los canelones y los calamares a la romana, pero se han especializado en los míticos 'esmorzars de forquilla' (desayunos de cuchillo y tenedor), es decir, platos típicos de la gastronomía catalana que se sirven por las mañanas, como el 'fricandó', los pies de cerdo o el 'capipota', elaborados con productos frescos de temporada.

Pese a su decisión de cerrar el restaurante, estos días de Navidad han priorizado servir a su clientela y disfrutar de los últimos servicios antes de bajar definitivamente sus persianas.