Gastronomías

Esperit Roca (Girona): la fortaleza de los hermanos Roca que guarda 80.000 botellas

Desde mediados de año, los hermanos Roca han puesto a disposición de sus clientes una montaña y una fortaleza con restaurantes, hotel, bodega, destilería, exposición y todavía mucho espacio por ocupar

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Vista general de Esperit Roca, en la montaña Sants Metges, en Sant Julià de Ramis.

Vista general de Esperit Roca, en la montaña Sants Metges, en Sant Julià de Ramis. / Jordi Mas

Pau Arenós

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La magnitud es posible contarla, pero no hay medida para la impresión. La magnitud son 11.465,60 metros cuadrados con un hotel con piscina, una bodega para 80.000 botellas, dos restaurantes, un helipuerto, una destilería, una exposición, una futura academia para cursos profesionales y la biblioteca de libros gastro de Manuel Vázquez Montalbán, con kilómetros de galerías aún por ocupar y otras instalaciones en el perímetro, como un subterráneo que tal vez acabe siendo un auditorio.

La impresión hace saltar las órbitas de los ojos y desencaja la boca como a los personajes de los dibujos animados.

Los hermanos Roca, Joan, Josep y Jordi, han alquilado un castillo en una montaña, a lo mejor en concordancia con el apellido. El complejo recibe el nombre espirituoso de Esperit Roca.

Los hermanos Josep, Joan y Jordi Roca, en el complejo Esperit Roca.

Los hermanos Josep, Joan y Jordi Roca, en el complejo Esperit Roca. / El Celler de Can Roca

Esta fortaleza militar del siglo XIX es propiedad de los hijos del joyero Ramón López Vergé, fallecido durante la pandemia, el hombre que soñó y pagó e hizo modificar esta enormidad entre el 2010 y el 2018, encargado al despacho de arquitectura Fuses-Viader.

Los militares nunca dispararon cañonazos desde la colina, que sirvió para amenazar el horizonte. El señor López, cofundador de D’Or Joiers en 1964, intentó un brillo de piedra preciosa. Tres veces pidieron a los tres hermanos que se ocuparan de este diamante y tres rocas les pusieron a modo de atracción y reclamo y dos veces dijeron que «no». 

La montaña, Sants Metges, es el mito fundacional de la ciudad de Girona porque allí se encuentra Kerunta, el poblado íbero que dio paso a la Gerunda de los romanos y que de seguir a este ritmo transmutará en la Rocunda de los Roca, con restaurantes (el último, Vii), el Hotel Casa Cacao, una fábrica de chocolate, heladería, bikinería

La cúpula de la bodega de Esperit Roca.

La cúpula de la bodega de Esperit Roca. / El Celler de Can Roca

Ah, y Escocia, con The Macallan TimesSpirit by El Celler de Can Roca, el primer restaurante internacional de la familia, resultado de la colaboración continuada con la casa de whisky y que festeja los 200 años de su existencia.

El castillo, en Sant Julià de Ramis, es un laberinto con túneles donde en otros tiempos cultivaron champiñones y donde ahora siembran esporas de talento y que en estos momentos dispone de dos corazones.

El primer corazón es la bodega bajo una cúpula a 7,5 metros de altura y con aires de Panteón romano y que fue diseñada para acoger una sala de actos. Josep Roca, Pitu, ha decidido en un acto loco perfectamente coherente colocar, una a una, las 80.000 botellas que hasta la fecha tenía repartidas por varios almacenes secretos.

El hotel con piscina de Esperit Roca.

El hotel con piscina de Esperit Roca. / Marco Pastori

El segundo punto de bombeo es el restaurante, al que se accede por la bodega y por la expo (que acogió el museo de joyas), resumen de la que desplegaron en el Palau Robert de Barcelona, 'De la Terra a la Lluna', en el 2016. «Queremos compartir la historia de El Celler, los conceptos y los procesos creativos», resume Joan, cicerone por los caminos de lombriz.

Llegamos a las cajas fuertes del señor López, una dentro de otra, donde caben decenas de personas de pie. A ese blindaje, Pitu destinará una botella. Una sola botella.

Una única botella de 80.000. Piensa en cuál. Lo menos importante será cuánto pagó por ella. Lo definitivo es qué representa: «La calidad del vino no tiene precio». La magnificencia de la humildad. 

En este comienzo, en Esperit Roca sirven los Grandes Éxitos del Celler, opción que ensayaron durante la pandemia en Mas Marroch –de nuevo, dedicado solo a los banquetes–, con Raúl Sillero a los mandos de la cocina y de Carles Aymerich, de la sala y los vinos.

El plato Toda la Gamba de Esperit Roca.

El plato Toda la Gamba de Esperit Roca. / Joan Pujol-Creus

De parte de Raúl, Toda la Gamba, la Trilogía del Rodaballo, el Brioche de Pularda y la Anarkia de Chocolate.

De parte de Carles, los licores, de hierba y de cacao, de la destilería y el chardonnay Clos Béru Monopole.

La ambición es que este lugar vaya teniendo naturaleza propia. Pitu dice: «¿Por qué no puede competir en el futuro con El Celler?». Que El Celler estuviera aquí fue una opción, la estudiaron, encargaron planos, desistieron. El Celler ha sido una aventura de tres hermanos y es ahora un destino de hijos. Depende de lo que quieran ellos.

El Brioche de Pularda de Esperit Roca.

El Brioche de Pularda de Esperit Roca. / Pau Arenós

Hormigón, acero, vidrio. Los techos de las habitaciones del hotel, que dirige Manel de la Rubia, son de tierra compactada, lo que da un efecto de cueva o de refugio. Para el restaurante del establecimiento hotelero también hay planes. El primer inquilino fue Jordi Cruz, que consiguió una estrella para Atempo y que trasladó a Barcelona.

«Una cosa única en el mundo», dice Joan. «La bodega de restaurante más bonita del mundo», dice Pitu. Explica que quieren «superar el monumento», «eliminar ostentación». El porqué de trasladar una a una las botellas está ahí: «El valor del gesto».

Valorar el sacrificio de quienes hicieron el vino. Un acto íntimo y pequeño para compensar la majestuosidad, la grandeza, el desbordamiento.

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