Comer por menos de 15 €
Menú del día: Bar Guajiro, el alimento de la Diagonal
Este lugar mantiene un perfecto equilibrio entre dar una poco común variedad de platos, ejecutarlos bien y saciarte
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Las albóndigas guisadas con calamar de Bar Guajiro. / Alberto García Moyano


Alberto García Moyano
Alberto García MoyanoAbogado. Responsable del blog 'En Ocasiones Veo Bares'. Interesado en la conservación de bares y bodegas desde 2011. Enamorado de la cocina de menú del día, del desayuno cocinado y todo aquello que se le asemeje. Bodega Montferry (2013), Bodega Carol (2015) y Sants es Crema (2017).
Pues ya estamos de vuelta otra vez. Primer menú de un 2024 que se prevé ciertamente apasionante o, cuanto menos, intenso. Y además, para esta ocasión, y tras los copiosos ágapes de las fiestas que acabamos de celebrar hace unos pocos días, una visita a un lugar que mantiene un perfecto equilibrio entre dar una poco común variedad de platos, ejecutarlos bien y saciarte.
No es algo que se me dé muy bien esto de encontrar lugares en el barrio de Les Corts. Si bien es cierto que contamos con joyas como el Bar Estadio, no es menos cierto que la búsqueda se le hace a uno cuesta arriba en más ocasiones de las que correspondería. Pero para recuperar la fe no hay más que acercarse a la calle de Europa, justo por debajo de la Diagonal, y acercarse al Bar Guajiro.
Bar Guajiro
Europa, 20. Barcelona
Tf: 93.405.39.09
Precio: 14,30 €
Anduve en misión suicida, empujado especialmente por la falta de víveres en la despensa de casa, producto del ajetreo navideño y de las idas y venidas a las que empujan estos días de celebraciones, reuniones, despedidas del año y otros compromisos equivalentes. Partí sin rumbo, sin las ideas muy claras y sin mucha capacidad neuronal de conseguir aclararlas. Alguien me había hablado de este lugar y allí plantado me hallé.
Un recibimiento gratamente sorprendente: lleno hasta la bandera y mucho movimiento. Ecos de similares casas, como el Tres Encinas o el Racó de Llúria, donde la maquinaria está afinadísima y, a pesar del volumen, no escatiman en mimo y calidad. En poco rato me habían procurado un sitio y facilitado copia de las opciones del menú de ese día. Ya entraremos, como habitualmente, a hablar de mis elecciones, pero antes de nada abundar sobre ese equilibrio con el que di comienzo a esta crónica.
Once elecciones de primero y nueve para el segundo. Por el camino podría haber descartes evidentes por una simple cuestión estadística. Pero -afortunadamente- al Guajiro han venido a romperlas y dime si te puedes aclarar, porque había lentejas estofadas, pero también esqueixada. O guisantes a la catalana. O 'trinxat' de la Cerdanya. O, ay dios mío, huevos rellenos. Y eso solamente con los primeros, a ver cómo iba a gestionar lo querer probarlo todo sin poder hacerlo.

El 'trinxat' de Bar Guajiro. / Alberto García Moyano
Pero, como ocurre en la orilla del mar o en el borde de la piscina, de lo que se trata es de tirarse al agua sin rechistar. Así que a fondo con el 'trinxat' de primero, que lo elegí esencialmente para darle tregua a un castigado estómago, pero con el que me quedé para otras elecciones a futuro, porque no era tan solo presencia de col y patata (algo esperable para cuadrar el coste del menú) sino que venía bien trufado de butifarra negra y verdura. Tamaño ideal, justo lo que venía buscando.
La providencia quiso que el librito de lomo estuviera agotado y no pudiese escogerlo, de forma que me incliné a por uno de los productos que más que consumido durante 2023: albóndigas. Y aquí en el Guajiro las ofrecieron en ese menú guisadas con calamar (bien presente, por cierto) y (ahí ya se acabó de redondear el gesto) todo ello encima de una cama de patatas fritas que, no en vano, disponen de apartado propio en la pestaña de fotos de la ficha del bar en Google. Es de justicia que así sea.

La 'panna cotta' de Bar Guajiro. / Alberto García Moyano
Para rematar la jugada, un postre que no es algo originario de aquí pero que se estila una barbaridad y en la inmensa mayoría de veces, por su sencillez, se suele ofrecer casero (que ya es mucho): la 'panna cotta'. Del Piamonte al cielo, pasando por Les Corts en este caso.
¿Que la cosa se trata de defender las casas de comidas tradicionales? Sin duda. ¿Que están en un cierto peligro de extinción? Menos duda aún. Pero que, incluso en aquellos barrios en los que no tienes muchas esperanzas depositadas aparecen lugares como el Guajiro, que los apuntalan con fuerza, pues también. Y hay que celebrarlo.
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