Menú del día: Bar-Restaurante Vilarrubias, un decano de Sabadell honrando su popularidad

Por fin. Sí, por fin he podido escribir de un lugar de fuera de Barcelona. No es que uno no quiera, pero es que la salida de la pandemia tiene estas cosas, que uno se mueve menos de lo que quisiera para poder comerse un menú. Además, me tocó ir solo. Tenía labores que llevar a cabo en Sabadell, una de las cocapitales del Vallès Occidental con un sustrato industrial que hacía más que apetecible quedarse a la hora de la comida a la busca y captura de algún lugar de menú.

No me acuerdo de quién me lo recomendó o bien si simplemente lo leí por ahí. El caso es que, por la razón que sea, me planté ligeramente al norte de la ciudad y ahí estaba, frente a un cartel de bebida refrescante de cola y un toldo verde. En el Bar-Restaurante Vilarrubias. Uno de los decanos de la ciudad. Qué suerte la de los 'sabadellencs', caray.

Entrando a la izquierda, una señora barra de aluminio con sus correspondientes azulejos de cintura para abajo, mesas cercanas y varios comedores (incluso uno en alto, qué gozada). Me quedé en las mesas cercanas a la barra. Panorámica estupenda de la jugada para poder desconectar de las labores previas. No me extraña que esté en tanta alta estima entre quienes lo conocen, con ese tamaño no me corto en decir que el lugar es acogedor. Sí, a-c-o-g-e-d-o-r, para entrar a vivir. Ideal parejas y grupos que deseen compartir un buen rato.

Va, vamos a lo que vamos. Aquel miércoles no me costó demasiado escoger el primer plato, la 'fideuà', pero tampoco me hubiese parecido mal echarle mano a los huevos rellenos con atún mayonesa y langostinos (que, si los hacen, por algo será, digo yo). El fideo bien moreno (no quemado/recocido, ¡alto ahí!) y suficientemente tieso, un 'allioli' más que respetable para un menú ofrecido a tantos comensales; y me hace ilusión deciros que la gamba (una, pero de tamaño respetable) es de las mejores que me he encontrado entre este tipo de platos marineros. Si ha de ser una, en estas condiciones compro. Con estos mimbres, suscribo la opinión de Pau Arenós, pues es incomprensible que la 'fideuà' no sea un icono mundial.

Mientras me deleitaba contemplando la jarra de 'Mezzo Litro' que albergaba el vino de acompañamiento, llegó el segundo: albóndigas caseras a la jardinera. Sin papas fritas, que hay que ir dándoos tregua. Unas albóndigas esponjosas, pero a siglos luz de ser 'corchopán' (bien!), se llevan fenomenalmente con la verdura y la salsa (¡ay, qué salsa!), de las de finiquitar la bandeja del pan cacho a cacho.

El remate: el postre. Ni un centímetro bajado aquí, el listón. Me iba a decantar por un apetitosísimo 'mel i mató' pero me eché la manta a la cabeza y a por las lionesas artesanales. Con nata. Ni nostalgia rancia ni bobadas, qué buen plan es ver que clásicos bien ejecutados. Profiteroles locos y lionesas siempre en mi equipo. Y de este nivel pues mejor si cabe.

En fin, que me parece más que justo que salir de casa tenga estos réditos. Que debía compartir con vosotros esta estupenda comida en uno de los decanos de la ciudad. Que un menú de 13,5 € te deja bien feliz, pudiendo haber pedido también los pies de cerdo con suplemento (1,5€) y, aún así, entrar dentro del presupuesto de esta humilde sección 'gourmandise'.