Escapadas cercanas

5 destinos para un puente gastrónomico

Seleccionamos estos 'puntos cardinales' para disfrutar de unos días de asueto con buen gusto a menos de tres horas y media de Barcelona: restaurantes, museos, hoteles...

Canelón de atún de Compartir, en Cadaqués.

Canelón de atún de Compartir, en Cadaqués. / Ferran Imedio

Ferran Imedio

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Un puente tan largo como el que se acerca en el calendario merece una escapada de la gran ciudad. A quienes no quieran perder mucho tiempo en el trayecto y tengan ganas de comer bien, les proponemos estos destinos a un máximo de tres horas y media de Barcelona.

Costa Brava

La Costa Brava es un paraíso natural y también gastronómico, con infinidad de establecimientos de nivel mundial. Aquí solo sugerimos una ínfima parte de lo que se puede ver y comer. Para ir haciendo boca, el Museu de la Pesca, en el puerto de Palamós, único en todo el Mediterráneo que cuenta con una pequeña sala de cine, una gran maqueta del perfil de la costa catalana, un barco de verdad, un aula gastronómica... Sencillo pero muy completo y didáctico.

Puedes comer en Compartir (Riera Sant Vicenç s/n, en Cadaqués), del trío de Disfrutar (Castro, Xatruch y Casañas): cocina mediterránea muy bien trabajada con algún que otro eco bulliniano a precios supercontenidos para su altísimo nivel. Puedes probar los platos de Ramon Freixa en Mas de Torrent (Torrent, Girona), apegados al territorio y ejecutados con sensibilidad extrema. Puedes ver el mar desde el mirador de Far Nomo, en el faro de Sant Sebastià de Llafranc (cocina japonesa) o casi tocar el agua con los pies en Tragamar (cocina marinera moderna en la playa del Canadell, en Calella de Palafrugell). Y puedes alojarte en Casamar (Del Nero, 3, en Llafranc), cuyo restaurante tiene una estrella Michelin.

Anchoas de L'Escala con falso mató, del restauante Compartir, en Cadaqués.

Anchoas de L'Escala con falso mató, del restauante Compartir, en Cadaqués. / Ferran Imedio

Pirineo

En La Cerdanya, pizzas de Fabián Martín (rambla de Josep Maria Martí, 6, de Puigcerdà), buena cocina de producto modernizada en Les Heures d'en Dídac (Bolvir de Cerdanya) o exaltación del territorio en Das 1219 (Das) y Trumfes (Llívia). En el Pirineo aragonés, cerca de las estaciones de esquí de Formigal y Panticosa, puedes dormir y comer en el Hotel El Privilegio (Zacalera, 1), en Tramacastilla de Tena, un pueblecito de 150 habitantes que tiene siete restaurantes.

De camino a los picos oscenses, puedes parar en Casbas (Senegüé, en el valle de Tena), a pie de la carretera N-260: distinguido como eMejor establecimiento de comida familiar de Aragón de 2019, sirve comida a todas horas y menús de mediodía toda la semana. El bacalao al ajoarriero es su especialidad.

El bacalao a la miel del restaurante Les Heures d'en Dídac (Bolvir de Cerdanya).

El bacalao a la miel del restaurante Les Heures d'en Dídac (Bolvir de Cerdanya). / Ferran Imedio

Tarragona y el delta del Ebro

Y hacia el sur, Tarragona y el Delta del Ebro. En la ciudad romana, Barquet (Gasòmetre, 16) y AQ (Les Coques, 7) son dos buenas paradas. En el primero, los hermanos Solé, David y Fidel, protegen el legado familiar de platos marineros, y en el segundo, Ana Ruiz y Quintín Quinsac trabajan sobre 30 platos con ingredientes del entorno y un tratamiento viajero, y 30 vinos cambiantes.

En el tramo final del Ebro, se puede dormir y comer en Villa Retiro (el hotel gastronómico por excelencia de la zona, con una estrella Michelin) y visitar pueblos del delta, donde las ostras son las reinas, como en L'Ampolla, que cada mes de mayo celebra la Diada de l'Ostra. Casa Nuri (cocina tradicional de la zona, con arroces, pato y anguila, en Deltebre), L'Algadir (reinterpretación moderna de la cocina deltaica en El Poble Nou del Delta), Can Batiste (buen trato al producto en Sant Carles de la Ràpita), La Llotja (especialistas no monotemáticos, del atún rojo en L’Ametlla de Mar) y Can Piñana (cocina marinera tradicional del Delta en L’Ampolla) son buenas direcciones.

La cazuela de fideos con 'xapadillo' de anguila y 'capipota' de Barquet.

La cazuela de fideos con 'xapadillo' de anguila y 'capipota' de Barquet. / Joan Revillas

Aragón

En Huesca, parada obligatoria es La confianza (plaza de Luis López Allué, 8), tienda abierta en 1871 que igual vende bacalao, especias, conservas, chocolates... Luce el mobiliario original y, en el sótano, guarda autómatas. Para comer muy bien, los estrellados Tatau Bistro (Azara, s/n), un bar donde puedes pedir el menú degustación o unas bravas y una cerveza, y en Lillas Pastia (plaza de Navarra, 4), para locos por la trufa.

En Zaragoza, apunta Casa Lac (Mártires, 12), que apuesta por las verduras y es el más antiguo de la ciudad y el que obtuvo la primera licencia de restaurante de España (1825); El Méli del Tubo (Libertad, 12), con tapas, originales y bien presentadas; La Ternasca (Estébanes, 9), especializado en el ternasco, producto estrella aragonés; La Flor de Lis (Don Jaime I, 34), taberna moderna con clásicos del tapeo y creaciones de autor; +Albarracín (plaza de Nuestra Señora del Carmen, 1-2-3), gastrobar de cocina local actualizada; y La flor de almíbar (Don Jaime I, 21), pastelería de 1856 con la marquetería original y cuyo icono son las frutas de Aragón (dulces rellenos de fruta confitada cubiertos con chocolate).

Y si de ahí bajas hasta Teruel ciudad puedes comer platos refinados con producto local en Yain. Y si bajas más, ir a Aire Sano Experience, centro interactivo dedicado al jamón DO Teruel (museo, tienda, restaurante...) en La Puebla de Valverde, en la mayor zona productora mundial de trufa negra. Sarrión alberga cada diciembre la Feria Internacional de la Trufa, y en Mora de Rubielos, La Trufa Negra organiza rutas para ir a buscarla que acaban con un menú con la que has encontrado.

La flor de almíbar, en Zaragoza, inaugurado en 1856, mantiene la espectacular marquetería original inspirada en el antiguo Egipto.

La flor de almíbar, en Zaragoza, inaugurado en 1856, mantiene la espectacular marquetería original inspirada en el antiguo Egipto. / Ferran Imedio

Sur de Francia

Son legión los que desde hace años visitan Les Grands Buffets, en Narbona (Rond Point de la Liberté. Espace de Liberté), cuyos restos romanos merecen una visita. Un restaurante con barra libre de todo, y todo de calidad, con la mayor variedad de quesos más grande del mundo (111 tipos, tal como certifica el libro Guinness de los récords), 'foie gras', salmón, ostras, bogavantes, carnes maduradas, postres (más de 50 elaborados a diario)... Cuesta 42,90 euros sin bebidas.

Cerca de allí, està Sète, una pequeña Venecia surcada por canales con muy buen marisco y pescado. Allí mandan el pulpo, las ostras, el atún, los mejillones, la dorada… Hay que probar la 'tielle', una especie de empanada con pulpo, pimentón, sofrito de tomate y cebolla, visitar el mercadillo junto a la lonja, en el llamado ‘quai de la Marine’, donde los pescadores venden sus capturas a los particulares; y degustar ostras en Les Halles, el mercado de la ciudad, además de comer en los restaurantes aledaños (La Poulperie, Bien Venu, Fritto, La Prohibition, L’Arrivage...) y en restaurantes del Canal Royal (The Rio es el lugar de moda) y La Pointe Courte (una especie de Barceloneta).

Ostras y vino en The Rio, en el Canal Royal de Sète.

Ostras y vino en The Rio, en el Canal Royal de Sète. / Ferran Imedio

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