Opinión | La agotadora simultaneidad de 'mejores'

Pau Arenós

Pau Arenós

Coordinador del canal Cata Mayor

Lo Mejor de Lo Mejor de Lo Mejor: ¿tienen sentido las listas?

Las clasificaciones gustan, se consumen y no hay que tomárselas en serio, ni sacralizarlas, sino leerlas como juego o género de ficción

Noma: foto sobre el escenario 50 Best

Noma: foto sobre el escenario 50 Best / El Periódico

En el mundo culinario se ha acentuado el uso de una locución perversa que pierde sentido con la insistencia: El Mejor, La Mejor, Lo Mejor. Es una expresión con límite, de manera que la reiteración la desactiva. Existen tantos aquelarres que eligen Los Mejores (¿Los Mejores?) que ya cualquiera puede serlo.

Lo raro es que tú y yo no hayamos sido reconocidos con alguna de esas distinciones de unicornio, así que deberemos conformarnos con una taza de loza, una reproducción en plástico del Oscar o una tarjeta musical: “Para El Mejor…”. Y aquí, apuntar lo que convenga: padre, esposo, amigo, desparasitador de perros, obispo o jugador de curling.

Esa distinción, siempre particular y orquestada y con intereses económicos, no solo publicita a la élite, a cocineros y cocineras (poquísimas) de relumbrón en la muy rentable clasificación The World’s 50 Best Restaurants, sino que el contagio pringa lo popular: existe un campeonato sumarísimo que celebra La Mejor Fabada del Mundo y resulta raro siendo una particularidad que difícilmente encontraremos reproducida de una forma apasionada y compulsiva en otras partes del planeta.

¿Tiene sentido votar el mejor aligot del mundo mundial, siendo una especialidad del Aubrac, en Francia? ¿Quién participaría? ¿Un cocinero asturiano?

Existe un campeonato sumarísimo que celebra La Mejor Fabada del Mundo y resulta raro siendo una particularidad que difícilmente encontraremos reproducida de una forma apasionada y compulsiva en otras partes del planeta

Mientras escribo, entra en el buzón una noticia del Salón Gourmets: “El azul savel se convierte en el mejor queso de España”. Sigue: “Se han presentado más de 800 variedades de las cuales el jurado, compuesto por 60 profesionales, ha seleccionado 90 para la final”. ¡Solo 60! personas han decidido cuál es El Mejor Queso de España, territorio en el que hay, por supuesto, más de 800. Ni siquiera los 60 han aplaudido el savel de una forma unánime, sino que es el que más papeletas ha reunido: ¿cuántas? Ah, el misterio de El Mejor.

Ha coincidido el salón madrileño con el Gastronomic Forum Barcelona, donde también ha habido ración de sobresalientes: El Mejor Panettone (Yann Duytsche, clásico, y Rafa Aguilera, chocolate) y The Best Dessert (Mariana Rey, absoluto, y Ausiàs Signes, chocolate). ¿Podemos soportar tantos Mejores sin empeorar?

Si las listas están bien elaboradas y detrás hay conocedores de la materia y honradez –indemostrable porque las votaciones son secretas–, sirven para orientarse

Las listas gustan, se consumen, son un imán al que los periodistas recurren para atraer polémicas tontas, sin hierro. No hay que tomárselas en serio, ni sacralizarlas, sino leerlas como juego o género de ficción.

Si están bien elaboradas y detrás hay conocedores de la materia y honradez –indemostrable porque las votaciones son secretas–, sirven para orientarse. Ante el marasmo de información, que alguien desbroce un trocito de bosque ayuda: buscaré el savel y los panettones y lo único que espero es que estén muy ricos, descartando ya que sean Los Mejores, algo que me importa poco. Me conformo con que sean excepcionales. Al menos han pasado por un análisis, un juicio y una valoración: alguien ha pensado de forma inteligente en ellos. Y los ha probado in situ.

El cachondeo máximo son las clasificaciones de cocineros y restaurantes, donde los jetas pueden votar lo que les dé la gana porque los organizadores no exigen demostrar –más allá de su palabra– que hayan comido en tal o cual sitio.

El Mejor Cocinero del Mundo no dirige el Mejor Restaurante del Mundo y el Mejor Restaurante del Mundo lo es en la lista A aunque no en la B, y en la C aparece muy alejado de las posiciones de cabeza. Todo eso sería posible en un multiverso pero desconcierta en este, pequeñito, que habitamos. Parecen concursos-sastre, hechos a medida de alguien.

Y si te quieres reír hasta la indigestión, ve al apartado más disparatado de The World’s 50 Best Restaurants llamado The Best of The Best, donde congelan a los vencedores de las ediciones anteriores. ¿Lo Mejor de lo Mejor? ¿Lo Mejor de lo Mejor de lo Mejor? ¿Lo Mejor de lo Mejor de Lo Mejor de Lo Mejor? La contemplación del ser supremo nos dejará ciegos.  

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