LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS
Las 4 vidas de (Casa) Leopoldo
Rafa Peña se convierte en asesor del histórico local del Raval, propiedad de Romain Fornell y Òscar Manresa, ahora transformado en bar
Pau Arenós
Coordinador del canal Cata Mayor
Periodista y escritor, con 17 libros publicados, entre ellos, novelas y cuentos, y media docena de premios, como el Nacional de Gastronomía. Ha estado al cargo de las revistas 'Dominical' y 'On Barcelona' y ha dirigido series de vídeorecetas y 'vídeopodcast'. Entre las últimas publicaciones, 'Nadar con atunes y otras aventuras gastronómicas que no siempre salen bien' y el recetario 'Cocina en casa'.
PAU ARENÓS
Barcelona no es un buen puerto para la bullabesa, esa excelsa sopa de pescado con una cierta densidad, propia de Marsella y la Costa Azul. Más difícil de encontrar que una plaza de aparcamiento, recuerdo con agrado la de Fermí Puig y la de Albert Ventura. Añado a la pequeña lista la de Rafa Peña, asesor del viejo/nuevo Casa Leopoldo, que ha acortado letras y formalidad: Bar Leopoldo.
La operación choca. Romain Fornell (Caelis) y Òscar Manresa (Casa Guinart), restauradores con bíceps y asociados en media docena de establecimientos, adquirieron el venerable rincón ravalero en el 2017 y han fichado a Rafa Peña (Gresca / Bar Torpedo) para esta etapa tapeadora. Pregunto a Romain por qué: «Necesitábamos otro aire, un aire distinto».
Esta es la cuarta vida de Leopoldo. Hace 90 años, en 1929, la familia Gil, llegada de la provincia de Teruel, abrió una bodega, que trasladó en 1936 a la dirección actual ya con el nombre de Casa Leopoldo. Su fama aumentó con la nieta del fundador, Rosa Gil, y la inestimable ayuda de Manuel Vázquez Montalbán y otros intelectuales, que hicieron de aquel lugar un refugio del trago, la cazuela y la lucha contra el régimen («¡por la caída del régimen!», brindaba Manolo, y lo hago con el trepat de Josep Foraster). La tercera existencia ha sido con Romain-Òscar y la cuarta, con Rafa.
Querían mesas de mármol sin mantel y con algarabía, y lo han conseguido porque se ponen cinco a alzar la voz y no hay manera de entenderse.
Pregunto a Rafa el qué: «La idea es recuperar un recetario clásico, platos como la bullabesa o el bocadillo de pescado. El espíritu, un poco, del antiguo Leopoldo». De la refundación de Romain-Òscar recuerdo la tortilla con langostinos, que también tendría lugar aquí.
Voy a por la bullabesa. Me gusta tanto que apuro la jarra de servicio. Un fondo con mariscos, pescado de roca, tomate, cebolla, ajo, puerro, apio... Espesada después con una picada (lo que no sería canónico). A la hora del servicio, patatas, escórpora y salmonete. Patatas extraordinarias, pescados irreprochables. No está la tostada con 'rouille'. ¿Podemos llamar bullabesa al platazo? ¿Y por qué no 'suquet', que sería 'nostrat' y sí lleva frutos secos? En este momento rehabilitador, ¿bullabesa queda más eminente, sentimental y gurmet que 'suquet'?
Voy a por el bocata de pescado. Celebro la incorporación de algo tan sencillo como olvidado por las cocinas públicas, consuelo en almuerzos de fábrica o taller: pescadilla rebozada, tomate y cebolla con pan del Forn de Sant Josep. Una de las recetas de Vázquez Montalbán era el «bocadillo de pescado señora Paca», lo que establece un puente que Rafa ignoraba transitar. Eso sí que es cocina popular y no una hamburguesa de 15 euros.
A este hombre con barba de capitán de expedición polar le gusta profundizar en las entrañas y hace hablar a una lengua de ternera con vinagreta. Es subversivo servir lengua sin estar derogada la ley mordaza. Interesantes los puerros (este 2019 ha sido un año muy 'puerrero') con salsa verde, que ganarían con la untuosidad de, por ejemplo, una tripa de bacalao.
Bien por el #arrozparauno. Reivindico el derecho a la paellita sin la obligación del «mínimo dos personas», ataque a la libertad individual. Biel Gavaldà, compañero de fatigas de Rafa, ha sacado el arroz, variedad bahía, con un buen punto, alto en sabor y eso que no lleva ni sofrito ni sal en el 'fumet'. En cualquier caso, un 'arròs del senyoret' con gambitas a tener en cuenta.
Flan de hip-hip-hurra y tarta de queso azul (modalidad lava o fluida), que no sé si soportarán los mustios seguidores de los 'cheesecake' con exceso de 'philadelphia'. La 'mousse' de chocolate es de una sedosidad de vestido de noche.
¿Vale la pena proteger un histórico de la ciudad y sobreponerse a katanas, narcopisos y al desolador paisaje de Robadors? Vale la pena. Salvar a Leopoldo, y salvar (un poco) nuestra memoria.
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