GURMETIZADOS

Bar Verat: tira a Víctor de la oreja

Lluerna, en Santa Coloma, se multiplica: los platillos populares nadan en la puerta de al lado

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Pau Arenós

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Crujiente y melosa: la oreja de Víctor Quintillà. La oreja de cerdo fue un plato que pensó para Lluerna, vio que no encajaba en un restaurante fino y la desvió al contiguo Bar Verat.

Se adapta al espíritu del barrio y a los bares de tapas, donde siempre hubo fritura de morro y oreja. Este apéndice es otra cosa: superior, impecable.

La aparición en la mesa del órgano obliga a una reflexión: los chefs arrebatados impregnan sus platos con lo chino y los chinos que adquieren bares populares se entregan a la tortilla y sus misterios.

Lo exótico es lo foráneo -y diferente para cada sociedad-. En este mundo al revés, Víctor prepara un mollete de pato Pekín que pondría cachondo a Mao.

«Mezclamos cosas muy tradicionales con cosas de fuera», concluye. La carta de vinos de Mar Gómez viaja menos pero deja huella: bebo La Fanfarria.

Bar Verat es bárbaro, una risa. Lo nuevo y lo viejo, lo cercano y lo lejano.

Alabanzas para lo que se sirve en la sala, de grandes cristaleras para una cocina sin trampa: 'papas aliñás' con caballa curada y sardina ahumada, 'tartar' de buey, cerdo crujiente con setas, caballa con cítricos, curri 'thai' de pollo, entrecot con romero y espuma de coco con piña y ron.

Aparto de la lista el 'capipota' con garbanzos porque merece comentario singular: uno de los mejores que he comido.

En el tiempo del cebiche, el 'bao' y el mole, el 'capipota' es extraño y singular. El 'capipota' es exótico.