LOS RESTAURANTES DE PAU ARENÓS

Manairó: realidad dislocada

Manuel López, Roger Viña y Jordi Herrera en Manairó. Foto: Albert Bettran

Manuel López, Roger Viña y Jordi Herrera en Manairó. Foto: Albert Bettran

Pau Arenós

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Jordi Herrera es heredero de la poesía visual de Joan Brossa. Sus platos representan una realidad dislocada. La pizza de gorgonzola es una esfera y la croqueta de pollo rustido desafía la mirada del comensal con aspecto de erizo.

Le pregunto por el poeta de la cotidianeidad alterada y Jordi resulta ser brossiano sin saberlo. Es posible que durante la lectura de estas líneas espesas haya perdido los lectores poco pacientes por saber qué y cómo se come.

A lo primero se refiere la crónica entera. Lo segundo será respondido de inmediato: Manairó es uno de los establecimientos más soñadores de la ciudad y por alguna razón extra gastronómica no llena el tendido a diario. Puede que sea por la proximidad a la Monumental moribunda.

Jordi es fiero, enojoso, de disciplina 'rompehuesos'. Se habló en dos ocasiones (2007 y 2008) de inventos caseros, de los cuentos de 'manairons' y de la práctica del rugby. Esta vez será referida la poética.

A diferencia de otros lugares con equipos desleales, Herrera cuenta con los fieles Roger Viñas, moviéndose en la cocina y en la sala, y Manel López.

Roger propone el cava ecológico Valldolina y un tinto corpulento y placador, Callejo 2007. Didáctico y entregado, lanza el balón y aclara dudas.

«Necesito gente que esté dentro y fuera, polivalente», bufa Jordi mientras participa en la jugada de servir.

En el estilo tecnorrústico de la casa, calamares a la romana de huevo frito con patatas.

Enunciado difícil de comprender, vianda fácil de comer. Los gurmets de la antigua escuela gozarán con el planteamiento tradicional y su resolución vanguardista.

«No es más que huevo con patata», tranquiliza Roger. «Nos costó mucho solucionarlo, ¡y mira que es fácil!», sigue Jordi. No digo nada: como. Como y disfruto.

Butifarra de pescado ('bruixa', calamar) y friturita de pelayas. Es-y-no-es. Desasosiego en el lenguaje, hallazgo chacinero.

'Cuixanguilles' de pato.

El nombre es más enreveresado que la situación judicial que atraviesa el Barça. Sencillamente, un juego.

Carne de pato a la que el chef da forma de muslito. Palito de pan que evoca el hueso.

Tintura de cobre en la superficie para resaltar la forma y un arroz con trocitos crujientes del ánade. Un conservador desconfiaría: «Y todo eso, ¿para qué?». Para fantasear y chispear mientras vuelas con el sabor potente del ave.

Patata al 'caliu de cua de bou'.

No es una reivindicación taurina ni un alegato torero, pero digo olé y olé. Como crítica general, el lioso nombre de lo que llega a la mesa.

En este caso, un tubérculo relleno con el vacuno y tapado con una hoja de plata (comestible) que recuerda el papel de aluminio de la versión tradicional.

Subversión, distorsión, manipulación de lo previsible. Calma en los postres con la caipiriña, que había tomado otras veces, y la 'torrada' de Santa Teresa.

Brossa con barba. Al poeta también le costó ser comprendido, y degustado.