Cata Menor
Pronto el mejor chef del mundo se llamará I y se apellidará A
A la última revolución gastronómica le acecha la desmemoria porque pocos se han tomado el esfuerzo de contarla
La inteligencia artificial no puede con Ricard Camarena
Estas son las 7 revoluciones que trae la IA a la cocina

La foto final de los protagonistas de la revolución tecnoemocional en Madrid Fusión. / EP


Pau Arenós
Pau ArenósCoordinador del canal Cata Mayor
Periodista y escritor, con 19 libros publicados, entre ellos, novelas y cuentos, y media docena de premios, como el Nacional de Gastronomía. Ha estado al cargo de las revistas 'Dominical' y 'On Barcelona' y ha dirigido series de vídeorecetas y 'vídeopodcast'. El último libro es 'Meterse un pájaro en la boca'.
El corazón de Madrid Fusión fue un acto de dos horas que sucedió el segundo día, el martes 28 de enero, cuando subieron al escenario los protagonistas de la revolución, la tecnoemocional, que comenzó hará unos 30 años y que sigue viva pese al empeño de los enterradores. El cuerpo, pues, palpita con las necesarias transfusiones, lejos de la zombificacion.
Continúa porque los actores ‘clásicos’ siguen vivos –El Celler de Can Roca, Quique Dacosta, Mugaritz, Martín Berasategui, Arzak, Akelarre...–, porque hay nuevos-viejos artistas –Enigma, Disfrutar, Moments...– y porque aquellos que eran jóvenes o niños en su esplendor han crecido e incorporado a esas filas que no exigen carnet ni obediencia. Un club sin cuotas, estatutos, himnos o banderas. Ni siquiera mascota.
Cierto es que el cierre de El Bulli en el 2011 sirvió de fecha, al menos simbólica, para hablar de una lentificación de las técnicas y los conceptos y así debe de ser porque la taquicardia creativa y los excesos son desaconsejables para una vida duradera.
Sí hay un peligro inmediato: a la última revolución le acecha la desmemoria porque pocos se han tomado el esfuerzo de contarla.
La desmemoria es la muerte y terreno despejado para los aprovechados. Preguntar a los jóvenes cocineros sobre qué sucedió es como lanzar una piedra en un pozo muy hondo: el eco es apenas audible.
Y la inteligencia artificial aplicada a la alta cocina colaborará en propagar la amnesia porque el algoritmo trabaja en el robo a una escala inimaginable sin ofrecer las fuentes. El quién-ha-hecho-qué-y-cuándo ha dejado de existir. Toneladas de informaciones rapiñadas de millones de sitios y recombinadas para ofrecer un resultado aparentemente nuevo.
De una forma inocente se quiere pensar en un instrumento bondadoso para ayudar a razonar y acelerar el flujo de ideas pero la tentación es que la máquina piense por nosotros. La cocina tecnoemocional dio alas a la idea de ‘autor’ y la IA la desautoriza. El autor dejará de existir para convertirse en un reproductor. Ojalá sí fuera cierto que la inteligencia artificial sirviera de orientación, aunque me temo que será destino.
¿Acaso lo tecnoemocional no debería abrazar la IA? Puede, pero supera tanto lo humano que la primera parte de la palabra se come la segunda, que es la verdaderamente importante.
Querría que en las cartas de los restaurantes se anunciase, además de los alérgenos, si se ha empleado la quinta gama y si el algoritmo es el cerebro creativo tras los platos.
Porque pronto el mejor chef del mundo se llamará I y se apellidará A.
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