Juan Carlos Iglesias: "Estuve a punto de morir varias veces; me dieron por finiquitado" | VÍDEO Mesa para dos
El restaurador relata la situación que está viviendo tras salvar la vida en la uci, en la que ingresó por covid, al periodista gastronómico Pau Arenós en la serie 'Mesa para dos'
Cata Mayor
Detrás de la firma 'Cata Mayor' se encuentra el colectivo que elabora los contenidos del canal gastronómico de 'El Periódico' y que recurre a la firma coral a la hora de hacer recomendaciones generales de lugares y productos.
Más que una entrevista, una lección de vida. Así es la charla que mantiene el restaurador Juan Carlos Iglesias con Pau Arenós durante esta nueva entrega de la serie ‘Mesa para dos’. Sin pelos en la lengua, el hombre que con sus hermanos, Borja y Pedro, creó varios de los mejores restaurantes de Barcelona de los últimos años (Tickets -ahora es Teatro-, Rías de Galicia, Espai Kru -ahora es Rías Kru-, Casa de Tapas Cañota...) relata el infierno que está viviendo tras contagiarse de covid y salvar la vida en la uci milagrosamente.
Tras escuchar la conversación (imposible que no se te encoja el corazón), a Iglesias solo se le puede definir como un superviviente. Ha perdido el negocio familiar y tiene covid persistente y gravísimas secuelas derivadas de aquellas semanas en los que hasta los propios médicos le dieron por muerto. "No daban dos duros por mí", recuerda.
El empresario se contagió en marzo de 2020, justo al inicio de la pandemia, cuando, como apunta él mismo, la mitad de los que entraban en la uci fallecían. "Estuve a punto de morir varias veces, me hicieron dos reanimaciones. Me ha cambiado la vida por completo", resume. De hecho, un médico con el que había contactado su mujer por su cuenta consiguió visitarlo y avisarle de que debían ingresarlo en cuidados intensivos. Su alarma fue crucial. "Me practicaron la traqueotomía allí mismo. Luego me dijeron que si hubiera tardado media hora más habría muerto".
"Quiero una Fanta"
En aquel momento le salvaron, pero nadie creía que saliera de aquello con vida. Así lo explica Iglesias: "Me dieron por finiquitado, me sedaron para que me muriera y me dejaron en una uci esperando que me muriera". Pero se obró el milagro cuando una de las personas que hacía guardia escuchó decirle "quiero una Fanta". Cuando esta avisó a los médicos, no le creyeron; boca abajo y con la 'traqueo' puesta... Pero sí, lo había dicho, y lo repitió cuando estos se acercaron. Decidieron salvarlo como fuera.
"Me dijeron que mi caso les hizo cambiar un poco la manera de hacer el triaje y decidieron no dar por perdido a nadie porque me habían dejado de dar los medicamentos considerados los mejores para esa enfermedad en aquellos momentos", rememora sin ápice de enfado, más bien con resignación. "Era inevitable en aquellos momentos".
Derrame cerebral, pérdida de visión...
Está vivo, pero el precio que ha pagado es altísimo tras haber sido sometido a dos traqueotomías. "A raíz de eso tuvo siete operaciones de tráquea porque se me cerraba y no podía respirar, así estuve durante durante dos años y medio. Fue una pesadilla. También tuve un derrame cerebral, por problemas de circulación he perdido la visión de un ojo completamente y el 70% del otro, me he quedado tocado de los riñones, los pulmones, el corazón...". Y sufre unas pesadillas terribles.
Tras salir de la uci y volver a casa, fue derivado a su CAP, desde donde le derivaron al Hospital de Bellvitge. "Es de las mejores cosas que me han pasado en la vida", asegura Iglesias, que nunca había visitado la sanidad pública y que desde el covid no he vuelto a la privada. "He tenido la inmensa fortuna de haber entrado en un programa novedoso de atención multidisciplinar que me ha sacado del hoyo en el que estaba metido".
El grupo de Whatsapp Los Chunguitos
Allí, varios médicos de diferentes especialidades tratan a pacientes con covid persistente como él y ponen en común su conocimiento para mejorar la salud. En ese programa ha hecho nuevos amigos, cuyo grupo de Whatsapp se llama Los Chunguitos. Son tan fuertes los lazos de amistad que han creado después de ocho meses de tratamiento que los considera "amigos hasta la muerte".
Y aun así, Juan Carlos Iglesias es feliz. Sus lágrimas durante la charla con Arenós son, como admite él mismo, de "felicidad". "Soy mucho más feliz ahora que antes del covid a pesar de lo extremadamente duro que lo he pasado. Porque he descubierto a mi mujer y a mis hijos -dice entre lágrimas-. Antes, con el trabajo, me pasaban desapercibidos y ahora no me pierdo nada de ellos. Soy feliz con cualquier pequeña cosa que me cuentan. Cuando aparecen por casa me siento el hombre más afortunado y feliz del mundo".
"De pobre se sale trabajando"
Ni siquiera la segunda derivada de la pandemia, la económica, que arrasó el negocio familiar, le borra esa tímida sonrisa de alegría por saberse querido por los suyos. Y eso que las restricciones que obligaban a cerrar sus restaurantes hizo inviable salir adelante con ellos. Salarios y alquileres que pagar, bancos que se negaban a cambiar las condiciones de sus créditos... "Nos vimos obligados a presentar un concurso de acreedores en el que perdimos todos nuestros ahorros y los de nuestros padres, que reinvertíamos en la empresa".
Y en ese momento de crisis absoluta, una nueva lección de vida. "Cuando le dijimos a nuestro padre que íbamos a perderlo todo pensé que lo íbamos a matar del disgusto a sus 84 años, y lo único que dijo fue: 'Tranquilos, hijos, que he sido pobre un tercio de mi vida y de pobre se sale trabajando, y si yo salí sin saber de hostelería, a vosotros, que sois muy buenos en lo vuestro, os resultará muy fácil, ya volveremos a empezar'".
Los restaurantes de los Iglesias han reabierto con los Iglesias al frente, pero el dueño es el empresario Manuel Lao (Cirsa), amigo de la familia desde hace 40 años, cuando frecuentaba sus restaurantes como cliente. Un gesto que Juan Carlos agradece profundamente. Lamenta estar incapacitado para trabajar como antes y no poder ayudar a sus hermanos en esta nueva etapa, y echa de menos a los clientes y amigos que ha hecho durante tantos años. Pero tiene el consuelo de haber redescubierto a su familia. Un tesoro que vale más que cualquier otra cosa.
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