Los restaurantes de Pau Arenós
Restaurante Kresala: la parrilla de pescados es el rey
La alianza entre Sagardi y Gregorio Tolosa permite un salto de gigante en el asado de grandes bichos salvajes, con unos fuegos de 5,20 metros en el Balcó Gastronómic
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Los hermanos López de Viñaspre y Gregorio Tolosa con un rey en Kresala. / Irene Vilà Capafons


Pau Arenós
Pau ArenósCoordinador del canal Cata Mayor
Periodista y escritor, con 19 libros publicados, entre ellos, novelas y cuentos, y media docena de premios, como el Nacional de Gastronomía. Ha estado al cargo de las revistas 'Dominical' y 'On Barcelona' y ha dirigido series de vídeorecetas y 'vídeopodcast'. El último libro es 'Meterse un pájaro en la boca'.
La nevera de Kresala es formidable y escénica, el mejor programa del día: un mero de unos ocho kilos, varios virreyes de casi dos, rodaballos con un peso similar, besugos de kilo y medio y langostas y bogavantes y almejas y mejillones y ostras y latitas de caviar. El frío, entre uno y tres grados.
Justo antes de la cámara y nada más atravesar la puerta de entrada, la parrilla. El calor, según el momento de intensidad del carbón, entre los 250 y los 300 grados, a salvo el parrillero y sus intestinos de ese infierno gracias a un chorro de aire frío.
Kresala
Moll de Gregal, local 1. Barcelona
Tf: 936.358.333
Precio medio (sin vino): 80 €
Kresala, salitre en euskera, es una alianza entre Gregorio Tolosa, de Bidea 2 (Cizur Menor, Navarra), y Mikel e Iñaki López de Viñaspre, de Sagardi. Ellos y Manu Yebras, de Josper, han diseñado la parrilla de 5,20 metros y 5 estaciones independientes, alimentada con quebracho: «Las columnas están ocultas porque nos interesan la base y la pared con ladrillos refractarios», cuenta Iñaki. Los hierros rectos diferencian las barbacoas de branquias de las de mamíferos, inclinadas para que ruede la grasa.

El rey a la parrilla del restaurante Kresala. / Irene Vilà Capafons
Respecto de la nevera y sus pobladores: «Eviscerados, colgados, que no toquen nada, que respiren». Para carnívoros irredentos, un chuletón y un corte de wagyu.
Barcelona, ciudad abierta al mar y con grandes puertos a una distancia razonable es ajena a las parrillas marineras. Atención: no digo que no se asen pescados grandes, pero ¿cuántas casas están especializadas en agallas y espinas? Y que sean salvajes.
Kresala es una caja de cristal en el llamado Balcó Gastronòmic, un intento municipal de relanzar aquella zona de gloria olímpica y de tenebrosa evolución. Años sin pisar esta parte de la ciudad con mástiles. Manejando el barco, Marc Collell (dirección), Roger Lozano (cocina) y Jon López de Viñaspre (sumiller).

La cámara con los pescados y mariscos de Kresala. / Irene Vilà Capafons
Sigo: la bodega, con más de 200 referencias elegidas por David Molina, de donde salen goces como Terlegiz 2023, A Pita Cega 2016 y Clos Martinet 2022. Y media copa de bienvenida de espumoso Júlia Bernet.
Planean el llamado libro de bitácora, que reunirá botellas únicas y unicornios. Una vez consumidos, su huella permanecerá en la página con la correspondiente tachadura.

El salpicón de bogavante del restaurante Kresala. / Irene Vilà Capafons
A continuación, después de la parrilla y la cámara y la bodega, la playa al fondo, deseo y atractivo, y el comedor en primer plano, con la madera como argumento principal.
Una servilleta que podría servir de capa y el desfile de preciosidades: el mejillón en escabeche, las cocochas de merluza brasa/pilpil/rebozadas, los carneiros al natural, las navajas al vino blanco y caviar (menos salsa para apreciar los ingredientes) y el vicio nunca satisfecho de los camarones y el chupeteo de las corazas rojas. De postre, una piña braseada, helado de coco y un crujiente que no cruje.

Uno de los comedores del restaurante Kresala, en el Port Olímpic. / Irene Vilà Capafons
Vamos a lo serio: el tiradito de corvina con ceniza de chiles y verduras tatemadas, el 'suquet' de rodaballo/lenguado y almeja (plato del día), el bogavante y el rey, también conocido como virrey, como si le rebajaran la categoría monárquica.
Sobre el bogavante, varias posibilidades: salpicón, 'graella', 'suquet,' menorquina, chile o arroz caldoso. La primera. Las pinzas y el cuerpo salseados con una vinagreta de los corales, tomate y cebolleta. Me vienen a la cabeza otros salpicones majestuosos: Ibai y La Tasquita de Enfrente.
Sobre el rey o virrey o alfonsino: llegado de Vigo, el ojo grande, ojazo, delator de frescuras. «Necesita una brasa que camina hacia la muerte, un fuego decadente», Iñaki, en repentina visión poética.

La entrada del restaurante Kresala, en el Balcó Gastronòmic. / Irene Vilà Capafons
Separado en dos mitades y desespinado, cada una de unos 900 gramos. Asado por la parte de la piel primero, entre 10 y 12 minutos, y después por la de la carne, unos 5.
Piensan en nuevas formas de asar y creen que esta da un gran resultado. Lo da. Tostada la superficies, nacarada la chicha. Cada comensal elige o no salsear con una mezcla del colágeno del bicho, guindilla, limón y aceite.
«Morro fino, producto y fuego», resume el anfitrión.
La cocina de los grandes pescados alza las velas en el Port Olímpic.
El equipo
Marc Collell, Roger Lozano, Jon López de Viñaspre, Valentín Allioscha, Gianfranco Azzarrone, Aleix Rodríguez , Jeffrey Vega , Moana Lazuli Rivas, Sonia Salvatella, Yolanda Abibato Bari, Paola Arroyo, Cristhian Geovanny Cruz, Akash Antich, Diana Beltrán, Carlos Cadenas, Jordi Faust Bernabeu, Franccesca Corrieri, Carla Escaso, Eva Patricia Ferrer, Carlos Alexis Flórez, Francisco Gutiérrez, Gerard Márquez, Esther Martínez, Amanda Matheu, Marco Medina, Jùlia Solà, Rita Jimena Álvarez, Khalid El Bakkaly Abul Fazal y El Mehdi Jout.
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