Tapas pacifistas

Boicot a la ensaladilla rusa: un restaurante de Zaragoza la convierte en "ensaladilla de Kiev"

El Mesón Martín de la capital maña la rebautiza en solidaridad con el pueblo ucraniano y no son los primeros: hay antecedentes de cambios de nombre de platos por motivos ideológicos y políticos

La ensaladilla rusa del Mesón Martín (Zaragoza), ahora rebautizada como ensaladilla de Kiev.

La ensaladilla rusa del Mesón Martín (Zaragoza), ahora rebautizada como ensaladilla de Kiev.

Javier Sánchez

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El Mesón Martín de Zaragoza decidió el pasado domingo 27 de febrero cambiarle el nombre a uno de sus platos más afamados: la ensaladilla rusa. En un mensaje a través de su cuenta de Instagram anunciaban que pasaba a llamarse "ensaladilla de Kiev" en "solidaridad con el pueblo ucraniano".

Una veintena de comentarios alababan la decisión tomada por los dueños de este restaurante, calificando la idea de "brillante" o "genial". En la publicación, la foto de su emblemática ensaladilla, considerada una de las mejores de la ciudad, aparecía decorada con las franjas azules y amarillas de la bandera de Ucrania.

"A día de hoy nos parece mentira que siga habiendo guerras, así que por eso decidimos cambiarle el nombre a la ensaladilla. Como muestra de repulsa y gesto de apoyo hacia el pueblo ucraniano", explica Sergio Martín, propietario del mesón, que lleva abierto en Zaragoza desde el año 1991. A su madre Mariví, que se encarga de elaborar esta ensaladilla a base de patata, huevo duro, atún, vinagrillos, mayonesa y "una salsa 'top secret", la idea también le ha parecido "estupenda". Martín añade que su intención es que cuando el conflicto termine "la ensaladilla siga siendo de Kiev, para recordar que las guerras en pleno 2022 no tienen ningún sentido".

En cualquier caso, la decisión tomada en el Mesón Martín también puede ser entendida, al margen de los derechos humanos, como un acto de justicia gastronómica. Siempre se ha atribuido la invención de la ensaladilla rusa al chef Lucien Oliver (1838-1883) durante su etapa en el restaurante moscovita Hermitage, abierto en 1864. Esto la haría rusa de nacimiento, pero, según documenta Pau Arenós en su libro ‘Nadar con atunes y otras aventuras gastronómicas que no siempre salen bien’ (Debate), la receta ya sale citada en el libro 'The Modern Cook', publicado en 1846 en Inglaterra por el italolondinense Charles Elmé Francatelli, chef de la Reina Victoria. Así que de rusa, al menos en cuanto a lo que tiene que ver con el pasaporte, nada de nada. La versión aparecida en ese recetario incluye anchoas, langosta, cangrejos de río y gambas bajo una mayonesa roja, hecha con el coral de la gamba. Lo de llamarla ‘rusa’, explica Arenós en su libro, bien podría tener que ver con “la fantasía de Francatelli titulando un amasijo para darle el imprescindible toque de misterio, lejanía y sofisticación”.

Aunque a todos nos pirre rebañar un plato de ensaladilla rusa, no es la primera vez que los vaivenes políticos e ideológicos le cambian el nombre. En España, donde siempre ha gozado de una enorme popularidad, durante la dictadura de Franco se le cambió el apellido de “rusa” por “nacional” para evitar que alguien pudiera considerarla propaganda pro-comunista.

Ni siquiera las inocuas -bueno, quizá no tan inocuas tomadas en exceso- patatas fritas han estado libres de polémicas. En Estados Unidos decidieron cambiar el nombre de 'french fries' -por el que se las conoce en allí- por ‘freedom fries’ cuando el gobierno francés decidió oponerse a la guerra en Irak en 2003. Y, ojo, porque la decisión se tomó en la Cámara de Representantes.

Esta tendencia estadounidense de renombrar comida popular ya había tenido un antecedente en la Primera Guerra Mundial. En ese momento, se hizo popular llamar a las hamburguesas ‘filetes de la libertad’ para librarse del origen alemán del nombre original. Una demostración más de que las guerras y sus consecuencias llegan incluso hasta los rincones más insospechados.