Toma pan y moja

Con la pizza no se juega

Es la maldita realidad pisoteando de nuevo a la ficción: en Roma han puesto una máquina que sirve la pieza en tres minutos

Mr. Go, máquina expendedora de pizzas

Mr. Go, máquina expendedora de pizzas

Òscar Broc

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Resulta que han puesto una máquina expendedora de pizzas en las calles de Roma. Podría ser el comienzo de algún chiste, alguna ocurrencia post-humorística de Miguel Noguera, pero no, esto es la maldita realidad pisoteando de nuevo a la ficción, demostrando que ni la más enferma de las imaginaciones superará jamás la estupidez humana.

Repito, han puesto una máquina expendedora de pizzas en las calles de Roma. Se llama Mr. Go y en tres minutos tienes la pieza en la mano, recién salida de Dios sabe qué entrañas cibernéticas, con un aspecto artificial que rivaliza con las Cruji Coques. Y puedes ver el proceso de fabricación del bicho desde fuera, como si eso hiciera la idea menos grotesca. 

‘Ma che cosa fai’!

No se podía saber: a los romanos no les ha gustado un pelo la ocurrencia. A ningún italiano en su sano juicio se le ocurriría acudir a una de estas máquinas antes que comprar una pizza en alguna de las miles de pizzerías y puestos callejeros que hay en la ciudad. Quizá soy muy optimista, pero creo que ni un guiri cometería semejante error. Bueno, quizá Donald Trump y dos o tres más. Un periodista del 'Corriere della Sera' la probó y escribió: "Me recuerda a la pizza que comí una noche en una inhóspita región amazónica del Ecuador durante una misión con Oxfam".

Así pues, estas pizzas excrementicias ya han quedado relegadas a la categoría de comida para beodos, el clásico recurso para estudiantes que vuelven de madrugada y necesitan echarse al estómago cualquier basura que acabe con su sufrimiento. Cuesta entender esta iniciativa más allá de la simple 'boutade'. Dicen que la mejor forma de publicitarse es la polémica, pero ya os digo yo que no hay bemoles de poner la dichosa maquinita en el centro de Nápoles.

Suscríbete para seguir leyendo