Mismo sabor y cualidades nutritivas

¿Por qué comer frutas y verduras 'feas'?

Escoger solo los vegetales perfectos tiene consecuencias: uno de cada tres no se comercializa simplemente por criterios estéticos o de forma

La Fundació Espigoladors recolecta de manera voluntaria aquellas piezas que no tienen salida comercial para darles una segunda oportunidad

Las pérdidas alimentarias también tiene consecuencias medioambientales, aunque solo 1 de cada 10 consumidores es consciente de ello

Las frutas que no responden a los cánones estéticos suelen ser rechazadas

Las frutas que no responden a los cánones estéticos suelen ser rechazadas

Eduard Palomares

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Vamos a la frutería e inspeccionamos cada pieza como si fuéramos el mismísimo Sherlock Holmes lupa en mano. El objetivo es encontrar la fruta o verdura perfecta, esa que mejor responda a los cánones estéticos que, sin razones científicas, asociamos a una mejor calidad. Una actitud muy extendida que, sin embargo, está generando una fuerte impacto ambiental y social. En este sentido, se calcula que uno de cada tres vegetales es desechado en el punto de origen porque no cumple con los criterios exigidos para entrar en el circuito comercial. Y todo debido a prejuicios sin razón de ser, porque el sabor y los beneficios nutritivos son exactamente los mismos.

El 2021 ha sido nombrado por Naciones Unidas como el Año Internacional de las Frutas y Verduras y uno de sus objetivos consiste en reducir su desperdicio. En el caso de los vegetales apartados en las mismas producciones agrícolas equivale a cerca de 32% del total, lo que suponen unos 500 millones de toneladas y una enorme cantidad de agua desperdiciada en todo el mundo. Aunque no lo parezca, tirar a la basura una manzana equivale a tirar siete veces de la cadena del retrete, mientras que para producir una sola naranja se necesitan 50 litros de agua. En una situación de emergencia climática, no parece buena idea malgastar recursos simplemente porque una pieza no cumple con el tamaño, color o forma ideal.

Donación a entidades sociales

Existen diversas iniciativas para aprovechar aquellos vegetales que son rechazados por la industria agroalimentaria, como la Fundació Espigoladors, que tiene un acuerdo con cerca de un centenar de productores del Parc Agrícola del Baix Llobregat, el Maresme, Camp de Tarragona y Terres de l’Ebre para recoger aquellos vegetales que no tienen salida comercial para donarlos a entidades sociales. “En el sector primario se producen pérdidas alimentarias por motivos de calibre, forma, color o por imperfecciones a causa de la meteorología. Y son perfectamente comestibles y nutritivos, se trata simplemente de un tema estético”, señala Anna Gras, su responsable de Comunicación, que también añade otro caso: “Cuando han bajado tanto los precios que al productor ni siquiera le vale la pena recolectarlos”.

Elaboración de salsas con frutas y verduras rechazadas en el obrador de la Fundació Espigoladors.

Elaboración de salsas con frutas y verduras rechazadas en el obrador de Espigoladors. / Fundació Espigoladors

En todos estos casos, un grupo de voluntarios de Espigoladors se encargan de recogerlos para reaprovecharlos. El 90% se destinan bancos de alimentos y asociaciones solidarias, mientras que el 10% restante se traslada a su obrador para elaborar las mermeladas, cremas, salsas y patés vegetales que comercializan bajo la marca de Es Im-Perfect, dando trabajo a personas en situación de vulnerabilidad. “Se busca la fruta y la verdura perfecta, cosa que crea unas dinámicas de mercado nocivas. Por eso, es importante sensibilizar al consumidor y explicarle que están igual de buenas”, concluye Gras.

Impacto sobre el medioambiente

De hecho, el malgasto de frutas y verduras no solo tiene lugar en el punto de inicio del proceso sino también en el final: cada domicilio. En Catalunya se llegan a tirar a la basura 36 kilos de alimentos por persona al año, ya sea porque se estropean o no se aprovechan todas las partes, en el caso de los vegetales. Según una encuesta realizada por la ‘app’ Too Good To Go, solo 1 de cada 10 consumidores relaciona el desperdicio alimentario con un impacto directo sobre el medioambiente, cuando está estrechamente relacionado con el derroche de los recursos necesarios para producirlos y transportarlos, como agua, tierra o energía.

Según apuntan desde esta aplicación –que conecta al consumidor con los locales que tienen excedentes de comida para reaprovecharlos–, el desperdicio de alimentos en todas las fases esconde consecuencias que son desconocidas para la gran mayoría. “Por ejemplo, casi el 30% de la tierra agrícola mundial o lo que viene a ser la superficie equivalente a 4 veces el tamaño de España se está utilizando para producir alimentos que luego no se consumen” explican. Además, es responsable de entre el 8% y el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero, lo mismo que las emisiones del transporte mundial por carretera.

Es decir, que aunque no lo parezca, decir ‘no’ a un calabacín retorcido, un pimiento rojo con unas motas verdes o una fresa siamesa alimenta el cambio climático y perjudica a los productores. Y todo por simples prejuicios estéticos.