REIVINDICACIÓN SOBRE RUEDAS

Los 'foodtrucks' necesitan ponerse en marcha de nuevo

Las furgonetas de comida callejera llevan paradas desde la llegada del coronavirus y sin expectativas cercanas de volver a su actividad

El 'foodtruck' Pebre Negre, en la Estació de França, antes de la pandemia

El 'foodtruck' Pebre Negre, en la Estació de França, antes de la pandemia / periodico

Eduard Palomares

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Hubo un tiempo en el que no había un solo fin de semana sin un evento en Catalunya con presencia de ‘foodtrucks’, viejas furgonetas o caravanas reconvertidas en restaurantes móviles. Mercados, ferias, fiestas, festivales… cualquier excusa era buena para instalar en una esquina algunos de estos vehículos, cada uno especializado en un tipo de cocina callejera, de butifarras a tacos, de pulpo a ‘gyozas’ asiáticas. Podría parecer el negocio del siglo por las colas que se formaban, pero las apariencias suelen engañar. “Solo podíamos trabajar en acontecimientos privados, lo que significaba que para participar teníamos que pagar unos cánones que iban subiendo a medida que crecía la moda, por lo que a veces ni siquiera resultaba rentable”, explican Anna Tomàs y Òscar Rueda, del ‘foodtruck’ Pebre Negre. Iban tirando, eso sí, hasta que llegó el coronavirus e incluso eso se fue al traste. “Llevamos parados más de un año”, lamentan.

Planean una concentración para solicitar al Ayuntamiento de Barcelona que les permita trabajar en algunos puntos de la ciudad

Una historia común entre los centenares de ‘foodtrucks’ que han asomado el morro en los últimos cinco años y que han caído repentinamente en el olvido. “Trabajamos desde febrero, con el Mobile World Congress, hasta Navidad, por lo que habíamos logrado que se convirtiera en un trabajo estable”, añade Óscar Rodríguez, de la PulponetaAhora las furgonetas están el garaje y los propietarios cobrando las ayudas por cese de actividad, ampliadas de momento hasta enero. Lo que quieren, sin embargo, es que les dejen reemprender su camino y, por eso, han puesto en marcha en las redes sociales la campaña #Salvemosalosfoodtrucks y están planeando una concentración para pedir al Ayuntamiento de Barcelona que les abra la posibilidad de instalarse ­–aunque sea por turnos– en espacios públicos, como ya sucede en muchas ciudades europeas.

Compatibles con los restaurantes

La legislación actual permite la actividad de churrerías, puestos de helados y paradas tradicionales, como las de castañas, pero de nada mas. “Queremos solicitar al ayuntamiento que nos dejen estar en suelo público, pagando las tasas municipales que correspondan, para poder volver a trabajar. No pretendemos hacer competencia a los restaurantes, al contrario, ya que hay muchos lugares donde podemos ser compatibles, como en parques, universidades, alrededor de la Fira, en acontecimientos deportivos que se celebren en Montjuïc, en lugares como la Zona Franca donde cada vez hay más oficinas…”, cita Rodríguez, que es uno de los impulsores de la campaña. Esta sería una manera sencilla de volver a la acción sin depender de los operadores privados ni de la necesidad de pagar sumas elevadas para conseguir un hueco en el festival de turno.

En esta época, además, se reivindican como 100% ‘take away’. “Los restaurantes se han tenido que adaptar a esta situación, pero nuestra razón de ser siempre ha sido la comida para llevar y, además, al aire libre”, comenta el propietario de La Pulponeta. En este sentido, el sector considera que sería fácil mantener todas las medidas preventivas ante el coronavirus y que podrían prestar un servicio muy útil a los ciudadanos. “En un ‘foodtruck’, lo que ves es lo que hay. Estamos abiertos por los cuatro costados, cocinamos al momento y el cliente puede observar perfectamente cómo mantenemos todas las medidas higiénicas”, añaden Anna Tomàs y Òscar Rueda, que llevan en la carretera desde el 2015 y que, igual que muchos otros veteranos, están explorando vías para diversificarse, sea mediante asesorías gastronómicas o abriendo su propio local.

Habituales en muchas ciudades

En estos momentos, sin embargo, los esfuerzos colectivos se centran en conseguir que el Ayuntamiento de Barcelona –o cualquier otro que esté interesado– les reciba para consensuar algunos puntos en los que poder aparcar y cocinar en terreno municipal, sin necesidad de que se celebre un evento concreto. Insisten en que no quieren hacer la competencia a bares y restaurantes –son conscientes de que los concejales temen enfadar aún más a un sector con tanta capacidad de influencia como la hostelería–, pero tampoco están pidiendo nada que no sea habitual en multitud de ciudades.

En Londres, todo Brick Lane se llena de paradas de comida callejera los fines de semana; en Copenhague se reconvirtió una vieja fábrica junto al mar para dedicarse permanentemente al ‘street food’; en París se otorgaron más de 50 licencias a ‘foodtrucks’; y en Nueva York forman ya parte del paisaje cotidiano. Parece lógico pensar que en Barcelona sucederá lo mismo algún día, aunque los protagonistas de toda esta historia solicitan que sea más temprano que tarde.