BIENVENIDOS A LOS FURIOSOS AÑOS 20

¿Adónde vamos sin discotecas? Los mejores speakeasy y coctelerías retro de Barcelona

El mejor antídoto contra el 2020 es viajar a los tiempos de la Ley Seca. Te llevamos de ruta clandestina

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Albert Fernández

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Necesito olvidar este año. Pienso en los viejos tiempos, los años 20 del siglo XX: el influjo del jazz, la Ley Seca, noches secretas. Anhelo ese aire proscrito, ahora y aquí. Me visto agitado. El sombrero y la mascarilla me dan aires de personaje de novela pulp. Aporrean la puerta. Acreedores. Me deslizo por la ventana. 

El tiempo es tan malo como mi humor. Me subo el cuello y camino hasta el nuevo garito, <strong>La Folie American Experience</strong> (Sant Antoni Maria Claret, 514). Esconden un 'speakeasy', réplica de aquellos almacenes convertidos en bares secretos en las épocas de prohibición. El pianista y el saxo se aplican mientras engullo una sabrosa burger. En la barra me saluda Pablo, socio fundador. Destaca el ideario subversivo del local, mientras el 'bartender' perpetra algunos de sus cócteles camuflados: uno esconde licor en una caja fuerte con forma de biblia. Otro se toma de una bombilla. Prometo volver.

El viento sisea con promesas de virus voraces. Le devuelvo una sonrisa ladeada y entro en <strong>14 De La Rosa</strong> (Martínez de la Rosa, 14). La inspiración de café-bar francés hacen de esta coctelería un refugio contra la vulgaridad. El propietario, Dean, y sus afables camareros saludan por el nombre a quien asome por la puerta. Lugar ideal para potenciar atardeceres a base de aperitivos, o apurar noches mecido por la finura de sus copas. 

Prosigo mi retorno al pasado en un templo: <strong>Dry Martini</strong> (Aribau, 162). Tras la barra, Gerard insiste en tratarme como si fuera algo más que un delincuente. Rememora cómo su gran almacén les llevó a invertir conceptos. El primer 'speakeasy' de Barcelona no esconde un bar, sino un exclusivo restaurante. Se accede por una puerta a pie de calle, santo y seña mediante. Llega el momento clave. Me sirven su mezcla de gin y vermut. Vuelo. 

Barbería con contraseña

El crujido de la hojarasca delata mi llegada a <strong>Bobby’s Free</strong> (Pau Claris, 85). A simple vista, una sobria barbería clásica. Pero no vengo a cortarme el pelo. Tengo una cita. Susurro la contraseña y se abre una pared. Tras ella, una luz roja rompe la oscuridad. Descorre la cortina Eric, maestro de ceremonias. Busco mi rincón junto a la lámpara verde. Lola desliza elixires luminosos por la barra. Acuden a noquearme una piña colada clarificada y una misteriosa campana que esconde nieblas de ron y mezcal. Los pósteres retro y los brindis cómplices completan el éxtasis. Bobby’s Free es uno de esos sitios que te hacen sentir gigante aunque tu vida sea miserable. 

Ni rastro de mi cita. Decido probar suerte en el más peculiar Pastrami Bar del Born. Me escurro entre la cola y atravieso la puerta de su nevera. Estoy en <strong>Paradiso </strong>(Rera Palau, 4). La psicodélica decoración de techos sinuosos y paredes frondosas causan un glorioso titubeo. Giacomo y sus chicos saludan vivaces entre percusiones cocteleras. Me inclino como Michael Jackson en 'Smooth criminal' mientras preparan un cóctel en un cucurucho. Doy sorbos complacidos. Me contagio del ambiente. Ni rastro de mi cita. Tampoco en la alambicada sala secreta que solo algunos conocemos. 

Por suerte, he reservado en un lugar predilecto: un club de lectura. <strong>Tuxedo Social Club</strong> (Gombau, 12) abre sus estanterías solo a la gente refinada, para dar entrada a un insólito cóctel bar de aires victorianos. Algo se remueve en mi caja torácica al sumirme en su candoroso universo de luces cálidas y muebles antiguos. Con el gesto más noble de todo el gremio, David le da mimo a un fabuloso trago de scotch llamado Michael’s Choice. Me hundo entre sombras y aromas mientras pienso: «Misión cumplida. Mañana tendré tal resaca que no sabré en qué año vivo». Entonces se abre la puerta. Es mi cita, que entra como si trajera la noche a su paso. Fundido a negro. 

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