Domingo, 16 de septiembre del 2012 Jaime Tello (Madrid)

veces la identidad que uno siente no se corresponde con lo que ha vivido. Desde siempre, y a pesar de estar lejos física y sociológicamente, me sentí un poco catalán, ya que las noticias que me llegaban y lo que yo podía observar me gustaba. La gente me miraba extrañada cuando optaba por leer algún diario catalán. Recurrir a los tópicos está muy devaluado excepto si son ciertos, y muchos de los tópicos que os adornan, catalanes, son ciertos: sois un pueblo muy trabajador y emprendedor, que supo progresar a base de comercio e industria y no de prebendas y corruptelas. Que supo evolucionar como país, que conoció el modernismo, las colonias de vacaciones, el excursionismo y el asociacionismo, el saber hacer, ser y estar, que cuidó de su territorio y de su patrimonio más que otros lugares de España, que tuvo una clase política que, con sus defectos, estuvo y está más cerca de la Europa civilizada que de la carpetovetónica Iberia. No sé si todo esto junto deriva en el famoso 'seny' del que os jactáis y que, sin duda, ya quisiéramos los demás. Comprobé que estos lugares comunes eran ciertos cuando, harto de sequía intelectual y moral (y por qué no, paisajística), me marché a vivir a Barcelona durante año y medio. La mejor época de mi vida. Tal y como sospechaba, Vivís en la región más bonita que he conocido (no os ofendáis: me refiero a región geográfica y no institucional, porque parte de vuestra unidad e identidad derivan de esa geografía tan especial), encabezada por la que sin duda es la mejor ciudad del mundo. Cuando se acerca el momento de visitaros de nuevo, aunque sea unos pocos días, los nervios me invaden, cuento los días y sueño con volver a vivir aquí algún día, viendo desde la terraza mi querida Maquinista. Catalanes, por favor, no os vayáis de España: os necesitamos para escapar de la mediocridad. Pero si queréis iros, y os vais, ¡llevadme con vosotros!

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