Ante los últimos recortes en sanidad, hay que plantear un debate serio. Es imprescindible que nos pronunciemos sobre el modelo sanitario que queremos, en el que convivirán el sistema público, el privado y quizá un sistema de beneficencia. Las medidas del Govern de la Generalitat se ajustan, cuantitativamente, al presupuesto del 2006. Con todo, en aquel año no se cerraron quirófanos, ni plantas de hospitalización, y tampoco aumentaron las listas de espera. Estas son medidas necesarias, pero su concreción y eficacia son dudosas, pues la realidad es que la población ha aumentado, todavía ha crecido más la población envejecida y, sobre todo, ha subido la demanda de servicios. En los hospitales se han creado unas necesidades que han hecho que la asistencia sanitaria en centros altamente tecnificados sirva, a modo de ejemplo, para atender a urgencias heridas que antes se curaban en casa con agua, jabón y un desinfectante. Estas necesidades han abierto un mercado que ahora es reclamado por las mutuas y la medicina privada, un mercado que ha ido muy bien para la industria farmacéutica, que vende medicación más cara e igual de efectiva para una misma dolencia. Hay cosas por mejorar. En algunos casos, la gestión era de manga ancha y de bolsillo roto, pues no se controlaba bien la facturación de las mutuas y seguros de asistencia en los hospitales públicos respecto de los accidentes de tráfico y laborales. Este celo tampoco se ha aplicado con la facturación enviada a otras comunidades y países por los servicios prestados a ciudadanos no residentes en Catalunya. En Catalunya, el sistema de mutuas y el privado necesita de la sanidad pública, y el sistema público necesita del privado, para no colapsarse. Una mutua cubre, habitualmente, 28 días de estancia en una unidad de cuidados intensivos; si se prevé una estancia de más duración, cuando se puede, se realiza un traslado a la unidad de un centro público. Por otra parte, si un ciudadano español no cotiza a la Seguridad Social, ¿tiene más derecho a la sanidad pública que un inmigrante que la paga? ¿Podemos cuestionar el principio de universalización del sistema sanitario? Tenemos que definir el modelo sanitario que queremos. ¿Qué opciones hay sobre la mesa?: un sistema público de copago en convivencia con un sistema privado; una sanidad privada en la que el sistema público sea de beneficencia, como en EEUU; una sanidad pública que permita el uso de servicios a las personas que cotizan, excluyendo la universalización como criterio de asistencia del sistema sanitario público, y para el resto un sistema de beneficencia, y una sanidad pública tal y como está ahora, pero mejor gestionada, aunque eso signifique subir los impuestos. Quizá es hora de convocar un referendo para elegir un derecho fundamental.
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