Siempre me planteo qué sensación puede sentir una mujer agredida, indefensa y abandonada ante una situación de violencia de género. En nuestra familia, nuestras mujeres no han sufrido esa maldita lacra. Han pasado muchas generaciones y lo único que han hecho ha sido trabajar. Pero visto lo visto hemos tenido suerte, no ha habido noticia tan grave y desgarradora, en prensa ni en estadística que nos contara como número.
La solución no solo se ha de basarse en la reforma penal. El cambio debe venir de la sociedad, del reconocimiento de la mujer, de la igualdad de la mujer, de su labor dentro y fuera de casa. Las mujeres tendríamos que ser intocables no solo por los hombres sino por el propio sistema. Somos necesarias: madres, trabajadoras, amas de casa... Sin nosotras el mundo no sería posible. Gracias a los hombres que así lo ven.
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