Hay tres puntos básicos que deberían afrontarse. En primer lugar, hacer un seguimiento electrónico de los condenados y / o denunciados por violencia de género (mediante pulsera), que permita a las víctimas saber si lo tienen cerca, mediante un dispositivo electrónico que recibe la señal de la pulsera. Según la distancia que se considerara un fragante rotura del edicto judicial permitido, la misma pulsera enviaría una señal a los cuerpos policiales, que daría la posición exacta del presunto agresor, y podría ser detenido en cuestión de minutos. Segundo, endurecimiento y cumplimiento íntegro de penas por violencia de género. Si no hay un mensaje claro de "castigo", desgraciadamente, puede haber sensación de impunidad, al tiempo que cualquier condenado que sea excarcelado, lo sea bajo la premisa de seguir tratamiento psiquiátrico tutelado, a fin de determinar si potencialmente puede volver a recaer, y así evitar nuevas agresiones. Tercero, un plan segunda oportunidad para las víctimas, que incluya cambio de residencia, borrar su rastro electrónico y una nueva vida lejos de su pesadilla.
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