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"No todos somos iguales"

Jueves, 7 de febrero del 2013 Donadina Cuervo (Concejala de Candamo (Asturias))

Mi nombre es Donadina Cuervo López, tengo 24 años, soy licenciada en Economía, trabajo como becaria y tengo la satisfacción (o desgracia) de ser concejal en mi municipio: Candamo. Como la inmensa mayoría de las personas de mi entorno, me levanto temprano para ir a trabajar, me pagan mal y trabajo las horas estipuladas en mi contrato o más dependiendo de las necesidades de mi empresa. Pero mi jornada laboral no se acaba ahí. Hace dos años, me involucré en un partido político y me presenté a la alcaldía en mi municipio con la única intención de poder hacer algo por este, de modo que cuando llego a casa tengo vecinos que visitar, BOPAS que leer, 'e-mails' que contestar, reuniones que organizar y en definitiva muchos problemas por escuchar y arreglar. En eso consiste mi "otro trabajo", por el que por cierto, no me pagan absolutamente nada y así entiendo que debe ser, porque yo no soy política, aunque a veces me pongan un cartelito luminoso en la frente que diga lo contrario.

Esta tarea es llevadera y a veces muy gratificante, pero en ocasiones, por razones ajenas a mí, se convierte en una carga muy pesada con la que yo personalmente no estoy dispuesta a cargar. Cuando te presentas a un cargo público, como fue mi caso, pides a tus vecinos que confíen en ti y no porque lo diga un cartel electoral o porque sea una frase muy recurrente en campaña, pides confianza porque vas a ser representante de muchas personas durante cuatros años, porque sus intereses y problemas, van a ser los tuyos aunque no te afecten directamente y pides confianza, porque aunque estés en la oposición, vas a tener que tomar decisiones que afectan a un municipio entero.
El problema surge cuando una mancha negra sobrevuela la cabeza de todo aquel que como yo, es representante público, que no político. Me refiero obviamente a la corrupción.

Como ciudadana, soy la primera interesada en que a todo aquel que haya hecho cosas, digamos poco ortodoxas, se le aplique la ley con todas las consecuencias, sea del color que sea y ocupe el puesto que ocupe en la vida pública. Sólo así podremos limpiar la administración podrida de corrupción que tenemos. Soy consciente de que “el ruque” en este país es una plaga, que los ciudadanos estaríamos mucho mejor si todo el dinero que ha desaparecido estuviera debidamente invertido, pero no por ello debemos pagar justos por pecadores. Hemos llegado a un punto en que hagas lo hagas, esté bien o mal, se somete a la sospecha. No es agradable para nadie, cuando después de muchas horas de trabajo invertidas en un tema de interés general, escuchas cosas tales como "es lo que tienes que hacer, que para eso os estáis poniendo las botas en el ayuntamiento", "seguro que de vez en cuando os encontráis con el del maletín" o "sois todos iguales".


No es una carga llevadera estar bajo el foco de la sospecha hagas lo que hagas y digas lo que digas las 24 horas del día, 365 días al año.
Vivo de mi trabajo, no tengo cuentas en Suiza, nunca he visto a nadie con sobres de dinero, no tengo un teléfono móvil del ayuntamiento, mi número es el mío personal y el que utilizo para todo, la gasolina la pago de mi bolsillo y mi cuenta en el banco da tanta pena que me saca la lengua cada vez que la miro. Tampoco soy asesora de Telefónica, ni consejera de nada. No conozco a Emilio Botín ni a Rodrigo Rato ni tengo negocios a medias con ellos. No tengo ninguna agenda plagada de contactos superinfluyentes dispuestos a garantizarme una carrera laboral amplia, bien pagada y enchufada. ¡Al contrario! En contra de lo que cree un amplio sector de la población, estar vinculada a la política me ha cerrado muchas puertas durante los dos últimos años. Si ya de por sí es duro ser joven en un país donde la tasa de paro juvenil supera el 50%, imagínense el coste de oportunidad si estás en política.


Yo también soy una ciudadana indignada con la actualidad que vivimos, pero más me indigna aún, que nos metan a todos en el mismo saco. La ciudadanía ya no confía en los políticos, ni cree que la política sea un instrumento para arreglar problemas, al contrario, la ciudadanía cree que los políticos son el mayor problema del Estado y creo que desgraciadamente, estamos en un punto de no retorno. No les culpo por ello, pero no todos somos iguales. De hecho, una gran mayoría de los anónimos servidores públicos, no lo somos.



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