Nuestro presidente del Gobierno se ha sacado de la chistera nuevas medidas para salir de la crisis. Y lo ha hecho empezando con una frase de vergüenza ajena: «Dejé de lado mis promesas electorales para cumplir con mi deber». De entre las reformas anunciadas, la supresión del pago adelantado del IVA y el impulso al ICO son tan necesarias como tardías y mal ejecutadas. ¿Cuántas pymes deben morir hasta que el Gobierno se acuerde de que hay tejido empresarial fuera del Ibex? Del resto, me han maravillado por su cinismo tres: la reforma de los incentivos a la I+D, el contrato de media jornada y el contrato temporal para los jóvenes. Es decir, se reforman los incentivos a la investigación, mientras se machaca su financiación pública directa. El contrato temporal para jóvenes es pura cosmética, y el contrato de media jornada no es más que la ampliación de un contrato de prácticas (menores de 30 años trabajarán unas 24 horas por 550 euros al mes). En definitiva, precariedad, temporalidad y maquillaje.
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